Escribe: Esdian Boyadjian
Ilustra: Guada Ruas
Algunos días
[esos en los que las nubes cubren el cielo y el frío puede percibirse con la mirada]
me pregunto por qué insisto en buscar la belleza de las cosas.
Empezando por las más imperceptibles para llegar a las más desmesuradas.
Desde un balcón subarrendado, sentada en la cornisa de la estabilidad laboral y amorosa, me sigo preguntando, como una necia:
¿Por qué mi planta de lavanda es tan hermosa?
¿Cómo logra florecer en este crudo invierno?
¿Tiene belleza una planta?
No. Tiene color y forma diría una de las caras de Fernando Pessoa.
Como un truco de magia nombro a la belleza para que exista. La invoco para darle a las cosas el lugar adecuado.
Para que al mundo nunca le falten paredes agrietadas donde puedan brotar incipientes las plantas más bellas~
Utópica. Sí.
Porque… ¿Qué es lo bello entonces? ¿La planta en sí misma [insípida] o el evento revolucionario de crecer en la adversidad?
Al fin y al cabo es un juego [esto de hacerse preguntas]
No tiene ningún significado. Un ejercicio el de ser inquilina, uno que empieza y termina en ese balcón urbano, hostigado por el concreto a la redonda y el ruido matutino de la ambición inmobiliaria.
¿Por qué lo hago? Aún no tengo respuesta.
Solo una certeza filosófica.
Veo, luego existo.