'Y Dios me hizo mujer' de Gioconda Belli es, quizás, una de las poesías latinoamericanas más bellas que se han escrito para honrar y celebrar el ser mujer.

Escribe: Jael de la Luz
Ilustración: Laura Jaramillo Duque
Edición Cuerpo

En el poema, la escritora nicaragüense describe el proceso que muchas mujeres hemos andado cuando descubrimos que cada parte de nuestro cuerpo, de nuestro ser interior y de nuestra personalidad es única. Describir el cuerpo propio no es tarea fácil, sanarlo mucho menos. Se requiere armarse de valor, de amor propio y de memoria.

La mayoría de las mujeres hemos crecido en ambientes de censura donde reconocer parte de nuestra belleza corporal o inteligencia ha sido tomado como un acto de soberbia o de vanidad.  Por mucho tiempo el silencio y el ocultamiento sobre nuestros cuerpos ha sido un tema intergeneracional que hoy nos toca sanar.

Tenemos que curarnos de los tabúes culturales, por ejemplo. Uno de los discursos más fuertes ha sido la mentalidad religiosa que nos inculcó la idea que los cuerpos femeninos eran para la reproducción y la maternidad; todo lo que estuviera fuera de ese fin, era castigado. Si revisamos la historia de la humanidad, nos encontramos con silencios sobre mujeres poderosas: diosas, gobernantes, reinas y pensadoras que fueron borradas o castigadas por ser quienes fueron antes y después de la irrupción del cristianismo como paradigma civilizatorio. Gracias al pensamiento secular y la irrupción de las mujeres en las ciencias y las humanidades, poco a poco vamos documentando qué ha sido de nosotras. Así, rescatando la presencia y la memoria de mujeres tachadas de brujas y disidentes, escribimos otras narrativas donde miles de mujeres, desde sus cuerpos y sabidurías, dejaron un legado como médicas, pensadoras, científicas, artistas y revolucionarias. 

Memoria familiar o colectiva para sanar

Para sanarnos unas a otras, es importante contar esas historias, recrear la vida de esas mujeres y de sus cuerpos. Un recurso poderoso es la memoria familiar o colectiva donde se nos cuenta cómo nuestras antepasadas cuidaron sus cuerpos y los sanaron con plantas medicinales; cómo sus cuerpos, desde temprana edad, fueron obligados a crecer y en medio del dolor y la pobreza, encontraron el tiempo y el momento para bailar, ejercitarlos y honrarlos. Esa memoria nos enseña también cómo las antepasadas resolvieron de formas creativas la menstruación, el embarazo, el parto, la crianza, la menopausia y la muerte…[Recuerdo que cuándo le pregunté a una tía abuela cómo había sido su primera vez, me dijo casi riendo: “ Mi´ja, mi madre me dijo que yo debía cuidar mi ombligo cuando estuviera con un hombre por primera vez sin saber que no era el ombligo, sino lo que está abajo.” Mi tía abuela tuvo ocho hijos…]

Por eso, el que hoy, mujeres del siglo XXI hablemos sin miedo sobre nuestros cuerpos, sobre nuestros sentimientos y las experiencias que han quedado impresas como un mapa corporal, es un acto de justicia hacia todas las mujeres. Tomarse un tiempo para mirarse al espejo en total desnudez y recorrer con nuestras manos nuestras cabelleras, ojos, rostro; bajar a nuestro cuello, pechos, ombligo, vientre, pliegues, caderas, muslos, pantorrillas y pies requiere armarse de valor y ternura. Tomar conciencia de cómo nuestro cuerpo se va transformando con el tiempo y que, junto a él, nuestras ideas, sueños e instinto se consolidan sin importar los mandatos sociales, nos podría llevar a repetir el poema de Gioconda:

Y Dios me hizo mujer
Gioconda Belli

Y Dios me hizo mujer,
de pelo largo,
ojos,
nariz y boca de mujer.
Con curvas
y pliegues
y suaves hondonadas
y me cavó por dentro,
me hizo un taller de seres humanos.
Tejió delicadamente mis nervios
y balanceó con cuidado
el número de mis hormonas.
Compuso mi sangre
y me inyectó con ella
para que irrigara
todo mi cuerpo;
nacieron así las ideas,
los sueños,
el instinto.
Todo lo que creó suavemente
a martillazos de soplidos
y taladrazos de amor,
las mil y una cosas que me hacen mujer todos los días
por las que me levanto orgullosa
todas las mañanas
y bendigo mi sexo.


Jael de la Luz es historiadora, editora, escritora y activista mexicana, especializada en temas sobre feminismos, disidencias religiosas, diversidad religiosa en América Latina y el Caribe, movimientos sociales y cultura escrita. @jaeldelaluz

Laura Jaramillo Duque Escritora, actriz y performer colombiana @lajadu13