Rocío Molina habló de flamenco, feminismo y de por qué es necesario arriesgarse emocionalmente para descubrirse como artista.

Rocío Molina recupera Caída del Cielo tras cerrar el ciclo de Grito Pelao, quizá su trabajo más enérgico y que se basa en la plena confianza con el equipo que está en escena, para lograr hacer del flamenco “una expresión libre y de libertad, y que no puede ni debe ser domesticado”.

Apenas unas horas antes de subir al avión que la traerá a la ciudad de Londres para participar de Flamenco Festival London, hablamos con la
coreógrafa y bailaora Rocío Molina (Málaga, 1984).

Entrevista: José An. Montero
Foto: Pablo Guidali

¿Has recuperado el espectáculo Caída del Cielo tras el paréntesis de Grito Pelao?

Grito Pelao murió cuando entró la vida, es imposible hacerlo de nuevo porque era con un motivo real, el embarazo. Ya no sabría bailar de esa forma. Lo bonito de Caída del Cielo es que tenemos partes donde damos vía libre a la improvisación. Nos gusta mantener ese espacio de libertad para sorprendernos y para incorporar el momento en el que estemos cada día. Tenemos como una codificación propia, además de flamenca, que nos permite poder improvisar. 

Caída del Cielo también tiene un formato más íntimo

Ahora hay mucha escena de grandes formatos. Esto va también por tendencias y modas. Sin embargo, siempre hay momento en el que el músico se encuentra con sí mismo y canta, o cuando hay una reunión con amigos y bailas, punto. Me gusta recuperar estos momentos también en escenarios, por eso, además de grandes teatros me gustan hacer cosas pequeñitas para mi gente, mis amigos y bailarles, porque me apetece y ya está, y que vengan otros músicos que quieren hacer lo mismo.

Tus espectáculos tienen también algo de performance

Soy bailaora y soy creadora. Me gusta aprender y dejarme afectar por otras artes. Observar otras cosas que me afectan y no puedo dejar que eso pase desapercibido. También me gusta rodearme de un equipo que me aporte una visión y lecturas diferentes. Disfruto con buen cante o viendo un remate o un marcaje en una bailaora, pero también aprecio que haya otras lecturas.

¿Es el momento de decir ciertas cosas?

Debía haber sido así siempre. El tema es que la represión en silencio de la mujer ha estado muy presente siempre. No estamos haciendo ninguna otra cosa que lo que tengamos el derecho a hacer como personas: hablar y expresarnos sin miedo y sin represión ninguna.

¿El flamenco como arte de vanguardia?

Lo realmente revolucionario es que lo más arraigado o lo más tradicional, lo que está más encarcelado en su tradición, dé ese paso de libertad y de amplitud también. El flamenco más rancio es la vanguardia. Yo persigo eso, porque no lo tengo, por edad y porque no me he criado con hambre ni en una posguerra. Esa es la complejidad del flamenco. Nos toca a la gente más joven hacerlo en recuerdo de ese flamenco tradicional que tanto admiramos. Amamos ese flamenco y tenemos que luchar contra él al mismo tiempo. Es complicado.

Siempre has reivindicado el derecho a arriesgar y a equivocarte

Es complicado en el mundo productivo, empresarial y capitalista como en el que vivimos, pero en el arte debería ser una regla, mostrar todo y dar la oportunidad al público de ver la parte más débil del artista. Eso no funciona cuando el productor sólo piensa en tener una crítica de cinco estrellas siempre en su festival. Si nos dedicamos a hacer sólo espectáculos infalibles, hay muchas cosas que nos perderemos. Hay que arriesgar emocionalmente, descubrirse y no protegerse. A veces sales ganando y otras sales perdiendo. Aunque yo pienso que es salir ganando, porque siempre descubro algo nuevo de mí misma.

En tus espectáculos siempre has buscado tus límites físicos y mentales

Para mí, eso es lo normal, ser yo es lo normal. Lo que no es normal es esconderse de algo. Sería más difícil acostarme si no he sido auténtica un día en escena o donde sea. Hasta ahora ha sido una de mis búsquedas, llegar al extremo físico. Eso ahora se tiene que restablecer, porque ya no tiene tanto sentido, antes me auto destruía y ahora no puedo hacerlo, porque depende una criatura de mí. Ahora sacas otra especie de fuerza.

¿Cómo fue la experiencia de trabajar con Silvia Pérez Cruz en Grito Pelao?

Fue una experiencia preciosa y muy vital también. Lo que más me llevo es su forma de estar en la vida y de cómo me ha enseñado a estar presente dentro y fuera del escenario. Escuchar al bailar esa voz y que tu bebé esté escuchándola mientras va creciendo es caramelo, es todo azúcar, es un regalo que también le he hecho a mi niña.

¿Cómo ha sido volver al escenario tras tu reciente maternidad?

Todavía me queda pendiente redescubrir este nuevo cuerpo, que no es ya el de antes, pero sorprendentemente hay una fuerza regenerada. Por un lado, tenía mucho interés en conocer el cuerpo de ahora y saber en qué ha cambiado. Pero el cuerpo tiene como una memoria increíble y se coloca rápidamente donde recuerda. En ese sentido, volver a ese recuerdo ha sido muy fácil, incluso con más fuerza todavía. 


Cambia mucho, cambia todo y nada. Tú sigues siendo la misma. Yo me siento igual, pero ahora sólo hay un frente en mi vida»

¿Qué vamos a hacer con esta locura política en que nos hemos metido?

Yo me he retirado a un cortijo, pienso hacerme mi propia aldea porque esto da miedo. Habría que ir avanzando hacia adelante en lugar de ir hacia atrás. Yo confío en que las personas tengamos ganas de que desaparezca el miedo, es comprensible que tengamos miedo a lo desconocido, pero que por lo menos podamos ser libres fuera de nuestra casa y también dentro. A veces el ser humano se acomoda y es triste, porque hay otras cosas que puedes descubrir con un poquito de lucha, descubrir que hay una vida.


Para la presentación en Flamenco Festival London, Rocío Molina contará con la formación original encabezada por la guitarra de Eduardo Trasierra, compositor de la música original, el cantaor José Ángel Carmona, el compás y las percusiones de José Manuel Ramos “Oruco” y en la batería y electrónica de Pablo Martín Jones.


Rocío Molina
Caída del cielo
Flamenco Festival London

Martes 9 de julio en Sadler’s Wells – Londres