Gobo Teatro presenta El triciclo de Fernando Arrabal, su primer proyecto como compañía, en el Barons Court Theatre de Londres.

Escaleras abajo espera el teatro. Preludio ceremonioso que anuncia, más allá del movimiento, el hundimiento a lo más profundo del subconsciente. Una procesión preparatoria que no se desencamina frente a la obra que presenta Gobo Teatro perteneciente al lúcido Fernando Arrabal: El triciclo.

Escribe: Nazan L. Bamio
Foto: Krisztian Sipos

El espacio abovedado recuerda a aquellas antiguas catacumbas que pudieron ser refugio de historias pasadas. Y, como preservando un íntimo encuentro, el público rodea el escenario a escasos centímetros por tres de sus lados. Mientras se aguarda el comienzo del hechizo del teatro, late una música aflamencada cual colofón a esta travesía, tal vez queriendo que pronto dejemos volar el instinto hacia un viaje iniciático.

El triciclo, con dirección de Jesús Chavero, reta al raciocinio apenas comienza la función mediante competiciones de imposibles o situaciones con resultados y motivaciones completamente absurdas, —entiéndase dentro del género y no como calificativo—, detalle tan característico del teatro de Arrabal. Será necesario despertar todos los sentidos ante este texto de gran profundidad para entender, más allá del proceso dialéctico, los sucesos acaecidos.

Los actores del elenco y guías de este viaje, Ryan Yengo, Tom Patrick, Lakshmi Khabrani y Jerry Ezekiel, interpretan respectivamente a los cuatro personajes que intervienen en la función: Climando, Apal, Mita y el viejo de la flauta, quienes no cejan en su empeño por entenderse y ser entendidos en esa sociedad cuasi kafkiana donde les ha tocado vivir. Seres marginados a los que el mundo no les ha comprendido pero que tampoco se han interesado en comprender.

Sería parco trabajo transcribir la fábula de la obra ya que el entendimiento reside en los huecos entre palabras, pero ayuda conocer el contexto en el que transcurre la misma. El triciclo narra la historia de dos vagabundos Climando y Apal, que deben pagar el último plazo del triciclo con el que se ganan la vida paseando a los niños del parque. Un aparente golpe de fortuna se presenta cuando El hombre de los billetes, persona pudiente y con una cartera abigarrada, hace acto de presencia. Ante esta oportunidad, Mita y Climando no dudan en matar al hombre para hacerse con su dinero tras las indicaciones de Apal. Acto que tendrá consecuencias en el devenir de este curioso grupo.

Una multitud de preguntas sobre la muerte, el destino, los autoritarismos, la marginalidad y la pobreza se esconde tras la trama aparentemente naif. Por ello, la dificultad del presente montaje reside en alcanzar toda esta capa de dudas, agazapada tras las palabras enunciadas por los personajes, el tono, el código y el estilo de la función permitiendo que la audiencia se sumerja en el subconsciente sin prejuicios pero con asideras.

Un gran acierto del director, Jesús Chavero, ha sido su decisión de representar el personaje del guarda con un cartel donde está escrita la palabra: Policía. Conjugando en esta decisión el tono más arrabaliano al conceder el poder fáctico del orden civil no a una persona, sino a un cartel con una palabra escrita y de esta manera generando en los actores el mismo nivel intimidatorio y reacciones que la persona en sí y provocando al público a volar más allá de la aparente realidad. Otra de las características del estilo decidido por Jesús Chavero para el presente montaje ha sido otorgar al texto un carácter más emotivo y poético tanto con la selección del espacio sonoro como con la resolución del final del primer acto donde unos pétalos de rosas manchaban el escenario como la sangre del asesinado.

En tono general, nos encontramos con una función que presenta unas reseñables interpretaciones donde destaca la construcción gestual efectuada por Ryan Yengo, una propuesta de dirección ordenada y limpia en sus movimientos, así como una acertada caracterización en la que los personajes se convierten en manchas de colores, gracias a sus vestuarios, dotándolos de una mayor expresividad.

Con la función acabada y una vez que el embrujo del teatro desaparece lentamente, las escaleras esperaban para, en esta ocasión, ser subidas, devolviéndonos al imperecedero reino de la realidad. Ya en la calle, y con la mirada perdida en lo material, un guiño de esperanza me fue devuelto. Suerte que, en el cielo, todavía brillaba la luna.

The Trycicle
Esta obra ha finalizado
Barons Court Theatre
Curtain’s Up Pub
28a Comeragh Road
Londres W14 9HR


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