Escribe: Jael de la Luz García
Ilustración: Martín Domínguez
Recuerdo que cuando llegué a Londres, ya casi seis años atrás, venía de haber vivido una ruptura brusca con el mundo editorial. En México tuve la oportunidad de construir una editorial con mi pareja. Llevábamos cinco años de trabajo y publicábamos textos académicos de Ciencias Sociales; justo en el momento en que tuvimos que dejar el país, estábamos por abrir una línea editorial de ficción. Fue lamentable que ese proyecto se quedara trunco porque en el mundo de las editoriales independientes y las ferias de libros locales, comenzaba el fenómeno de publicar a escritores y escritoras que salían de los cánones literarios convencionales o que habían ganado premios locales, y las grandes editoriales no estaban interesadas en publicarles. Y no sólo eso, sino que ya habíamos creado una comunidad alrededor de lo editorial: gente profesional y cercana que contribuía con sus oficios de correctores de estilo, editores, dictaminadores, diseñadores gráficos, diseñadores de forros; personal de ventas y administración. Por otra parte, formábamos parte de otra comunidad donde autores, instituciones públicas, libreros, compradores, editores digitales, organizadores de ferias de libros y quienes integrábamos la Alianza de Editoriales Independientes, hacían lo posible por hacer llegar a lectores el producto final de todo esto: los libros.
Aunque la etapa dentro de esa red de edición y publicación independiente fue excitante, también fui consciente sobre los retos de la sustentabilidad económica, y el panorama que no era nada favorable. Por eso es que las ediciones a demanda, las pre-ventas y los libros en plataformas para ser leídos como e-books, se perfilaban como parte de lo sostenible.
Los aprendizajes fueron muchos y la toma de conciencia de ver los libros como un eslabón dentro de una cadena donde personas y recursos involucrados los hacen posibles, cambiaron la forma de mirar y acercarme a éstos porque, aunque a mi alrededor veía que tanto hombres como mujeres participaban en alguno de esos procesos, lo cierto era que en los espacios de comercialización y exhibición de aquellos tiempos, la presencia masculina todavía tenía un peso tremendo. Tan solo con ver los programas de las Ferias Independientes en las que participaba, como editora o autora, el 98% de las presentaciones de libros eran de escritores hombres y presentadores hombres, teniendo las horas más concurridas o estelares, mientras que a las autoras nos daban por lo general horarios de entre las 10:00 am. y las 4:00 pm, si bien nos iba. Recuerdo haber pensado que esa era una forma de decirnos “democrática y culturalmente” que nuestras escrituras y productos editoriales todavía no llegaban a la altura de…
Tuve que llegar al feminismo y vivir en el Reino Unido para volver a la reflexión de mi experiencia con el mundo editorial. Llegar a un país donde la cultura de lo escrito y los libros es muy accesible gracias a las librerías públicas municipales, por ejemplo, me dejó ver la influencia y el impacto de las mujeres no sólo como escritoras, editoras, gestoras y representantes editoriales, diseñadoras o directoras de editoriales con una perspectiva feminista muy clara, sino también del papel que juegan como traductoras, agentes literarias, coleccionistas de libros, reseñistas, vendedoras, administradoras de librerías publicas, dueñas de tiendas de libros de barrio, autoras que se autopublican y creadoras de comunidades literarias, siendo los clubes de lectura y los talleres de creación literaria, los espacios que más me fascinan. Pero esta visibilización, de la que yo me di cuenta como lectora y que presento aquí, es reciente y aún invisible a los ojos de muchos. Cada vez que iba a mi librería pública veía en las novedades nombres de muchas autoras tanto británicas como de otros orígenes étnicos, por lo que decidí conocer un poco más sobre el panorama literario del país al que me estaba integrando.
Investigando sobre escritura de mujeres en Inglaterra, me interesé en ir más allá de Jane Austen, las hermanas Brontë, Agatha Christie, Iris Murdoch, Virginia Woolf, Vita Sackville-West, Angela Carter, Hillary Mantel, o la muy querida poeta norteamericana Sylvia Plath. Hasta ese momento, Doris Lessing había sido mi autora británica favorita; en México había logrado conseguir todos sus libros en español y disfruté mucho El Cuaderno dorado —que luego en el Reino Unido me enteré que es considerado un clásico feminista, aunque Lessing no lo había escrito desde esa mirada— y Canta la hierba. Las hermosas ediciones de libros de las autoras mencionadas previamente, me llevaron sólo a observar y ver sus libros como un pendiente al que seguramente regresaría tiempo más tarde, decía yo, cuando supiera leer en inglés. De eso han pasado ya casi seis años, y aunque constantemente vuelvo al librero de clásicos en las librerías públicas, mis ojos se han dirigido hacia otras autores y autoras consideradas también como clásicos, ya sea porque han ganado un Premio Nóbel, porque han roto con el canon de su época, o porque son referencias de la literatura, ¿universal? Creo que finalmente mi inclinación va más por la ficción contemporánea.
Zadie Smith y Monica Ali
Desde ahí, desde las mismas bibliotecas públicas y las mesas de novedades de tiendas de libros, conocí otras escritoras que escriben en inglés o ha sido traducidas, y sus escrituras realmente me han interpelado. Hablo de Zadie Smith escritora británica de origen jamaiquino, quien a través de su novela NW London, me abrió una ventana para conocer cómo es la vida en los márgenes, y el latido constante de la precariedad laboral y económica; sobre los deseos de ascender socialmente y los retos de las mujeres de origen interracial para lograr el control de sus vidas, sus finanzas y sus cuerpos a la hora de decidir si quieres o no ser madre. Desde ahí la sigo y se ha convertido en una de mis escritoras y ensayistas favoritas. También conocí a Monica Ali. En Brick Lane, narra la historia de una mujer Bangladeshi que siendo muy adolescente llega a vivir al este de Londres para contraer matrimonio con un hombre que es veinte años mayor que ella. Es una historia de supervivencia, coraje y segundas oportunidades.
Estas dos escritoras me iniciaron en el camino de buscar escrituras de mujeres sobre mujeres, pero mujeres que están atravesadas por historias de migración, extranjería, por lo racial, por la clase y por el conflicto de identidades. En cierto sentido estaba buscando a través de la literatura y los libros, encontrar historias que me interpelaran, no como si esas escritoras fueran una excepción.
The Feminist Library
En enero de 2016, al caminar de Elephant and Castle rumbo a la estación de tren de Waterloo East en el centro de Londres, me topé con un edificio viejo sobre una avenida muy concurrida. Me acerqué a ver porqué había tantos grupos diversos ahí: desde un centro internacional para apoyo de los refugiados somalíes, un salón de meditación budista, hasta una escuela de leyes donde comunidad afrodescendiente y asiática tomaban cursos. Al ver su directorio, quedé sorprendida que en el tercer piso se encontraba The Feminist Library.
Los grupos que ahí se cobijaban eran minorías y poblaciones negras con prácticas antirracistas. The Feminist Library llegó a ese edificio en los noventa y fue creada originalmente durante los años setenta gracias a donaciones que las mismas integrantes del colectivo hicieron de sus bibliotecas personales, donaciones de libros académicos y de editoriales feministas que vivieron su auge durante lo que se ha llamado la Segunda Ola del Feminismo, o feminismo radical. Después de una llamada telefónica para ver si me aceptaban como voluntaria, —y al decirme que sí—, pude acceder a un lugar que, nuevamente, me acercó a mujeres, escrituras y libros.
Me integré como voluntaria en The Feminist Library justo cuando el municipio de Southwark les expidió una orden de desalojo si no pagaban la renta al doble de lo que era originalmente. Por estar en un lugar clave del centro de Londres, entre los municipios de Southwark y Lambeth, el proceso de gentrificación está amenazando y desmembrando los espacios comunitarios. Esa eviction a The Feminist Library no fue algo aislado: todas las librerías locales, cines autogestionados, mercados de minorías sociales, sobre todo de lo que llaman acá gente de color (people of colour), están siendo acosadas por los empresarios coludidos con los gobiernos locales para expulsar todo aquello que no sirva a la expansión del capital. Entre los proyectos de mujeres que han cerrado por motivos similares, en no más de diez años, se encuentran: Lambeth Women’s Project, Peckham Black Women’s Centre y The London Irish Women’s Centre. Por esos motivos, The Feminist Library inició una campaña de recolección de fondos (Save Feminist Library!, Save our communities!) para lograr su continuidad en ese espacio. Sin embargo, tres años atrás, la gentrificación arrasó con el edificio donde estaba la librería. Con tiempo se logró gestionar un espacio en Peckham, dentro de otro centro comunitario, que por cierto lleva el nombre de la madre del afrofeminismo: Sojourner Truth.
Durante el tiempo que pasé como voluntaria en The Feminist Library, conocí más escritoras con las cuales me identifiqué mientras era parte del equipo de Colecciones. El núcleo del acervo de The Feminist Library es sobre el feminismo occidental de la segunda ola. Poco a poco, con las actividades, los diálogos y las diversas experiencias que han tenido con voluntarias de diversas partes del mundo, el catálogo de materiales y libros ha incrementado la presencia de mujeres de color y de los diversos feminismos.
Colecciones y Archivos, alberga boletines, revistas, panfletos, fanzines, posters, folletos, gacetas y todo tipo de documentos, en varios idiomas, relacionados con los movimientos feministas de la segunda ola: movimientos que se caracterizaron por su radicalidad en temas de salud, sexualidad, medio ambiente, activismo antinuclear, pacifista y antimilitar, entre otros. Tienen una colección de más de cinco mil libros con una forma particular de catalogarse. En esa área me interesé por explorar a las mujeres Black, Asian and other Backgrounds. Indagando me encontré con los libros de Sandra Cisneros, Caramelo y La Casa de Mango Street; luego encontré biografías de revolucionarias centroamericanas y novelas de escritoras afroamericanas traducidas al inglés por la editorial feminista clásica The Women’s Press.
Con esa editorial comencé a leer en inglés El Color púrpura de Alice Walker, Parentesco (Kindred) de Octavia E. Butler, o en su colección de clásicos leí Mujer, Raza y Clase de Angela Davis. Esa editorial es uno de los grandes logros del feminismo de la segunda ola porque logró generar intercambios y abrir un espacio para que mujeres escritoras, editoras y diseñadoras, por ejemplo, crearan uno de los proyectos más ambiciosos para dar a conocer que las mujeres escriben desde siempre ciencia ficción, teoría, poesía, narrativa, biografía, ensayo y demás, y que muchas de esas mujeres son afroamericanas, africanas, latinoamericanas, chicanas, asiáticas y británicas de origen interracial. Desde la década de los 80´s escritoras que hoy son publicadas por los grandes monopolios y que presentan como novedades habían puesto su letras en el catálogo de esta editorial.
Por ejemplo, la clásica editorial Faber & Faber, donde un día el Nobel de Literatura, T.S. Eliot, fue parte de su junta editorial, en marzo de 2021, publicó la nueva edición Nervous Conditions de la escritora zimbabwense Tsitsi Dangarembga, presentándola como una novedad. Ciertamente para las nuevas generaciones que buscan literatura pos colonial, esta es una novedad, aunque su primera publicación fue en 1988 con The Women´s Press, siendo Dangarembga la primera mujer negra en ser publicada en Reino Unido cuando Zimbabwe dejaba su nombre colonial de Rhodesia.
Nervuos Conditions como otros libros donde los sistemas religiosos y creencias reformadas o protestantes son cuestionadas, por el tipo de individuo y comunidad que crean, dejaron una curiosidad en mí por explorar no solo como lectora, sino como escritora, teniendo certezas de lo que antes dudaba. Por años me pregunté, ¿habrá un público al que le interesen historias y narraciones sobre el tipo de individuos y comunidades que producen los conservadurismos religiosos, sobre todo aquellos de tradición reformada o protestante, vinculado al tema de la trasgresión de lo sexual e identitario?
Entre visitas a librerías públicas, tiendas de libros, lecturas de reseñas y de cuartas de forros de libros, llegué a escritoras y escritores que en sus escrituras expresan su identidad sexual, y cuestionan lo religioso, el género, la sexualidad y las creencias socioculturales. Oranges are not the Only Fruit de Jeanette Winterson o Go Tell It on the Mountain, del afroamericano James Baldwin, me hicieron sentir como en casa. Ahí estaba encontrándome con los libros que esperé leer, editar, publicar y promover. Ya no había nada más que hacer. Había encontrado, como dice Olivia Teroba en Un lugar Seguro, “una línea de escritoras que me preceden y que me seguirán”. También abrí un espacio para James Baldwin, y conservé mi espacio para Salman Rushdie, Amos Oz, Günter Grass y Mo Yan.
Jael de la Luz
Martín Domínguez
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