El invierno es un pasaje de huida. Un destino, un amante, un sueño que me sigue despertando a la madrugada.

Palabras y fotos: Silvia Demetilla

INvierno para huir del calor, del abrasador enero argentino y peor aún, del febrero recalcitrante. De meses sin trabajo, de no hacer nada. Si me remonto a mi infancia, tiempo de chapuzones en la Pelopincho anaranjada, de veranos interminables que quemaban mi piel, de reírme como loca, de comer helado con uvas sentada en el pasto, de bichitos de luz, de cantar delante del ventilador y que mi voz se triplicara como Rita Lee.

INvierno. Lo amé cuando me lo presentaron en mi primer viaje a Inglaterra, aunque no fuera realmente invierno porque era abril pero para mí era invierno, hacía frío, y no necesitaba más que eso: que el frío me rozara con su suave mano helada. Antes había estado en Berlín y me había pelado la piel de la cara, —porque ahí sí que hacía frío de verdad—, me había teñido el pelo de rojo —más rojo de lo que lo tenía antes de viajar— . Se me había congelado la pera cuando había ido a patinar sobre hielo y un chico me tiró de culo al piso. Lo odié, al chico, no al invierno.

INvierno. Pasaje de ida. A mi libertad, hoy diría. Porque cuando fui a Bariloche de viaje de egresados también hacía frío, aunque ya era septiembre. Había nieve y había sentido lo que era la libertad por primera vez en mi vida. Entraba, salía… Éramos el invierno y yo. Nos abrazamos. No quería volver al calor. Pero lo hice…

INvierno. Los años que pasan en Londres. Al principio no me daba cuenta de la oscuridad de los meses en esta parte del mundo. Las lucecitas de colores lo camuflaban bastante bien… Me permití disfrutar de las Navidades, la obscenidad del consumo y esperar la llegada de Papá Noel. Si hasta me lo creí. Bajar a la mañana siguiente a abrir los regalos solo funciona en un país invernal…

INvierno. Partir el hielo que se forma en los charquitos de agua y ver cómo se van rompiendo en pedacitos de pedacitos de pedacitos. El quiebre y su ruido musical.

INvierno. No querer levantarme a la mañana porque está muy oscuro y tengo frío, mucho frío. La calefacción que hoy no se encendió. O sí, pero demasiado temprano y me despertó media hora antes de lo que debería haberlo hecho y que yo podría haber aprovechado para dormir un poco más. Me tuve que levantar con todo el piso helado, ir hasta el baño, lavarme los dientes, hacer pis y bajar las escaleras corriendo para volver a encenderla, ahora sí, porque se había apagado.

INvierno. Desde adentro se siente lindo. La casa calentita, las gatas acurrucadas durmiendo en las camas. Su pelo suave, una más suave que la otra, las dos igual de calentitas.

INvierno. Me duele, acá. No veo la cara de la luna como antes porque siempre (casi) está nublado. Pero ya no tengo la herida visible, está cicatrizada. Se borró. No la encuentro.

INvierno. Paisaje de huida.

Silvia Demetilla

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