A partir de un libro (Ramones en Argentina) y una misma pasión, Esdian transita su migración en Barcelona y sana el desarraigo con la efervescencia de una nueva amistad. Mes de la Historia LGBT +


Hace un tiempo me fui de Argentina.  Dejé mi barrio, mi escuela, mi bicicleta y siete cajas guardadas con toda una vida porteña puesta en pausa.

Al viejo continente traje pocos objetos significativos para recomenzar. Un ipod classic, un muñequito de Totoro que una alumnita me dio para que me acompañara el último día de clases, mi pañuelo verde y un libro: Ramones en Argentina.

Cuando lo vi, una semana antes de viajar, me gustó el título y sobre todo, era bastante liviano para llevarlo en la mochila.


Escribe: Esdian
Ilustra: Titihoon


En Barcelona, improvisé un estante para acomodar cada objeto en el cuarto diminuto en el que viví los primeros meses.

Para lograr despegarme de lo que había dejado del otro lado comencé a hablar en catalán. Tomé clases, y aprobé los tres niveles básicos en menos de dos meses. Entré a trabajar en una escuela y desde que me levantaba hasta que volvía a casa, mi vida la escribía en otro idioma.

Pero, al atardecer, como quien cambia de lado un cassette, ponía play a mi ipod, preparaba el mate, agarraba el libro y viajaba de una orilla a la otra, en mi lenguaje original.

A medida que avanzaba en la lectura, los meses fueron pasando, conocí en detalle el vínculo que unió a los Ramones con mi país, pero en el mientras tanto, empecé a descifrar lo que a mí me había hecho armar la valija e irme lejos.

Muchas cosas cambiaron desde entonces. Otras siguen intactas. Algunas más lindas y fáciles de contar que otras. Se podría decir que no soy la misma… o sí. Depende de qué lado del charco me encuentres.

Lo que sigue intacto, es el amor y el refugio que siempre encuentro en la banda de Queens. Lo que cambió, por fanatismo o por convicción, el libro, como los Ramones, regresó a Argentina gracias a una de las personas más sensibles y genuinas, quizás la que mejor define la lógica ramonera.

Conocí a Diego Trerotola el primer día que se realizó el Gutterfest en Barcelona. Lo primero que supe de él fue que su pareja había muerto hacía un tiempo. Con la que había construído su happy family. Escribieron juntos una hermosa historia de amor libre y de lucha por conseguir la ley de matrimonio igualitario en Argentina. Una reparación histórica a la que le dedicó un texto en el suplemento Soy de Página 12, y que nunca puedo leer completo sin largarme a llorar. La persona que nos presentó, el gran ilustrador Pedro Mancini me dijo, como quien cuenta el detalle más importante de un relato heroico que, el día que Diego se casó con Norberto lo hizo vistiendo una remera de Ramones anaranjada. Diego pasó pocos días en Barcelona, pero antes de que se fuera, quise hacerle un regalo.

Así que la tarde que pude volver a verlo, le llevé una de las cosas más valiosas que tenía: el libro que había traído de Argentina, y que me había acompañado durante meses estando sola, y tan lejos de casa. Adentro estaba lleno de hojas del árbol ginkgo biloba, el que más abunda en el Parc de la Ciutadella. Las usaba como señaladores, para marcar las partes del relato que más me gustaban. Solía tirarme a leer en ese parque monstruoso y hermoso a la vez, cuando salía de la escuela. Sintiéndome ajena en una ciudad que nunca terminó de aceptarme.

Las tardes que pasaba leyendo el libro y escuchando a los Ramones, siempre me sacaban una sonrisa y me llevaban en un vuelo sin escalas a una Argentina diferente. Una mejor de la que había dejado.

Con Diego, sin conocernos, a la distancia, entre Barcelona y Buenos Aires, armamos un relato ilustrado para femiñetas, el periódico de feminismo transoceánico que une las dos orillas y que defiende el consejo más sabio que los Ramones nos legaron a sus fans: creer en un mundo mejor para mí y para vos.

Creo en que el aborto libre, seguro y gratuito será ley, en maternidades deseadas y en infancias libres de cualquier abuso y violencia.

Diego, no solo acompañó cada una de estas palabras, sino que con sus colores, le dio vida a Joey Ramone, para que levante esa bandera, que para él, para mí, y para quienes estamos a favor de la legalización se representa con el pañuelo verde.

Cómo conclusión, el libro, que no es ni el más famoso, ni el que tiene dentro fotografías exclusivas de las giras de Ramones, ni una redacción sofisticada (inclusive, el autor nunca vio en vivo a la banda) es el único, por ahora, que logra gracias a una prosa sencilla, honesta y muy auténtica dejar a la luz el costado más sensible de cada uno de los integrantes de la banda (inclusive el de Johnny) pero eso, es algo que se puede percibir a través de quienes los hemos seguido sin importar si estuvimos en sus shows o conocido personalmente.

Esa comisura, tuvo lugar, en nuestro bello y complejo país donde los Ramones, además de ayudar a una de sus seguidoras con su música, por la pérdida de un ser querido, también lo hicieron poniendo el cuerpo, algo que en estos tiempos que corren, tan virtuales y efímeros es casi imposible.

Argentina, despertó en ellos, creo yo, su lado más humano. Y eso es lo se produce, cuando quienes seguimos a los cuatro fantásticos como me gusta llamarlos, terminamos de leer el libro y comprendemos que además de la música, con la banda, nos unen otras cosas.

Editado por Gourmet Musical Ediciones, Ramones en Argentina regresó al país en buenas manos y, por el momento, no se consigue en Europa.

Mientras tanto yo sigo de este lado, dando vueltas por el viejo continente deseando ser alguien más, aunque como los Ramones, siempre pienso en volver a Argentina y reencontrarme con mi mejor versión, la que dejé guardada en una de esas siete cajas.

*Nota de la editora: Un tiempo después de escribir esta historia, Esdian se reencontró con la mejor version de sí misma y pudo volver a abrir esas siete cajas que había dejado en Argentina.

Esdian
Titihoon

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