Célebre en el barrio de San Telmo, no hay persona que no se detenga a saludar a Naty Menstrual cuando camina por la calle. Le preguntan por sus libros, actuaciones o para comprar sus remeras pintadas a mano.
Entrevista y fotos: Silvia Demetilla
Edición impresa
La infancia de Naty transcurrió en la casa de sus abuelos maternos en Moreno, Provincia de Buenos Aires. Fue allí donde inventó sus primeros mundos de fantasía y empezó a escribir: “Adelante estaba la casa y atrás había un patio con más de cincuenta metros de parque con una escalera que daba a una terraza a la que estaba prohibido subir. Yo jugaba en esa escalera que era, por supuesto, la escalera del palacio”.
La escritura y sus personajes se convirtieron en el refugio donde todo podía ser como a ella le gustaba: “Supongo que sentía que la cosa no andaba bien y que yo no era como se decía que tenía que ser. Me inventaba mundos paralelos, con mucha fantasía y juegos a escondidas, porque eran más de nena”. Dotada de una imaginación sideral, por aquel entonces la diversión llegaba de forma sencilla. “Era muy divertido, porque me regalaban unos camioncitos que me encantaban y que se armaban con tornillos y tuercas. Entonces yo decía que el príncipe era el tornillo y el tornillo con la tuerca era la princesa con el tapado. A veces les hacía pelucas de Plastilina”, cuenta Naty mientras esboza una sonrisa.
Al provenir de una familia predominantemente de varones (son cinco hermanos incluyendo un hermano mellizo que fue cura hasta pasados los cuarenta años) es fácil imaginar su casa como la tierra del ‘sálvese quien pueda’. Naty piensa que, a pesar de los lazos familiares, casi siempre es la madre la que mantiene unida a una familia.
Yo siempre digo que las madres de los homosexuales son como el Doctor Frankenstein, porque crean al monstruo y después se lo quieren sacar de encima. Imaginate: a los diecisiete le decís soy puto y a los treinta soy trava. Como dice un amigo mío… un día le decís que sos un dinosaurio y no se sorprende. De todos modos, no lo pasé tan mal en mi infancia. Siempre fui machona pero no era obviamente marica como no soy obviamente travesti ahora”.
Cuando estuvo lista, Naty se hizo cargo de sus elecciones y creyó correcto comunicárselas a su familia: “No hubo críticas. Como en cualquier familia, hay cosas de las que no se hablan. Es una cosa extraña porque yo tampoco me siento hija de ella, hija de ellos… Naty Menstrual es un ser que nació a los treinta años”.
Así como nunca pretendió la aprobación masiva de sus actos, para Naty travestirse fue un proceso gradual, como cuando inventaba historias de príncipes y princesas en el fondo de la casa de sus abuelos o, como ella misma dice, al asistir a su segundo nacimiento: “Empezás a vivir otra vida, otra sexualidad, y a circular en otro ambiente. Por otro lado, la gente te ve vestida así y piensa que naciste de un zapallo. Pero, en realidad, fue todo un proceso: primero en lugares cerrados, después mudándome a vivir con una amiga a San Telmo. Al principio salía a la puerta solo de noche, después daba la vuelta a la manzana… Ni loca me tomaba un colectivo vestida de mujer y cuando iba a bailar obligaba a mis amigas a que caminaran conmigo”. Actualmente las leyes argentinas permiten cambiar el nombre en el documento de identidad. Sin embargo Naty —quien legalmente sigue siendo Fernando Varas Toledo— no se muestra interesada: “Me parece bárbaro, pero a mí no me significa nada. Ahora también se puede cambiar de sexo en el documento”.
Con el nacimiento de Naty Menstrual (nombre que surgió de la adaptación del nombre de la actriz española Naty Mistral), hizo su aparición, además, la escritora que daría voz a las historias que ella misma vivía y que pondría al descubierto un mundo que pocos se habían atrevido a narrar: “Este tipo de literatura siempre se escribe desde los ojos de la travesti o de la prostituta. En general, yo hablo del hombre en mis textos”. Naty Menstrual es una precursora, porque con su manera cruda, erótica y punzante de escribir transita nuevos carriles. Para ella la gran diferencia entre sus libros y la escritura de otras travestis es que ellas lo hacen como militantes: “Militar no implica estar todo el tiempo con lo mismo, sino, además, contar cómo se vive, los lugares que se frecuentan, es una suma de todo”. Su escritura es la punta del iceberg, apenas una manera de crear conciencia: “Con salir a la calle así vestida ya lo hacés. De todos modos me parece que hay gente permeable y gente que va a ser fascista toda la vida”.
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