En 1759, a la edad de diecinueve años, Mary Lacy se puso un par de pantalones de hombre y adoptó el nombre de William Chandler para hacerse a la mar. Lacy fue la primera mujer en presentarse a un examen como constructora de barcos en la marina británica y una de las primeras en recibir una pensión del gobierno. Historias como la de Mary se repiten a lo ancho y a lo largo del planeta.

La historia de las mujeres en ámbitos donde no fueron reconocidas se remonta a la antigüedad. Anualmente, durante el mes de marzo se recuerda la contribución histórica de las mujeres a los hechos y acontecimientos que marcaron la evolución de la humanidad.

Escribe: Mercedes Cicchero

Mary Lacy, si bien pudo acceder a un lugar que le era vedado a las mujeres de su época, también tuvo que pagar un precio: vestirse de hombre y adoptar un nombre falso. Mary había trabajado como empleada doméstica en la casa de un carpintero de la marina británica donde pudo tomar un primer contacto con la actividad que la apasionaría. Luego se presentó a un examen como constructora de barcos, habiendo sido, probablemente, la primera mujer en hacerlo. Su autobiografía The Female Shipwright (1773) narra sus aventuras marítimas y ofrece una visión fascinante de las dificultades de los marineros comunes en la Armada del siglo XVIII. Para ella, esto se vio agravado por tener que fingir ser un hombre. Sin embargo, se ganó un nombre como trabajadora fuerte y confiable y, de vuelta a tierra firme, se convirtió en una consumada constructora de barcos hasta que tuvo que solicitar una pensión por invalidez debido a su creciente reumatismo. La indigencia, la traición y los encuentros amorosos juegan un papel importante en esta historia intrigante. Una breve introducción de Margarette Lincoln, subdirectora del Museo Marítimo Nacional, proporciona el contexto histórico a una vida digna de novela.

Muchas mujeres desempeñaron papeles importantes en el pasado de Greenwich: desde Mary Lacy, quien construyó gran parte de Deptford High Street, hasta Emma Hamilton, la influyente amante del Almirante Nelson, y una de las imágenes más icónicas del liderazgo femenino, Elizabeth I, que nació en Queen’s House.

Entre 1890 y 1895, Isabella Clemes, Alice Everett, Harriet Furniss, Edith Rix y Annie Russell fueron empleadas por el Observatorio Real en calidad profesional convirtiéndose en las primeras mujeres que ingresaban a la institución. Conocidas como ‘Lady Computers’, sus puestos eran normalmente reservados para varones en edad escolar que realizaban cálculos astronómicos, sin embargo, ellas se desempeñaron más como astrónomas ya que efectuaron observaciones, investigaron e, incluso, publicaron sus hallazgos.

En épocas en las que todavía se consideraba de mala suerte que las mujeres viajaran en los barcos, Jane Franklin es otro de los nombres relevantes en la historia de Greenwich ya que fue la primera mujer en recibir una Medalla de la Royal Geographical Society en 1860. Ambiciosa y bien conectada, usó sus propios recursos monetarios para organizar una expedición de búsqueda al Ártico, donde se había embarcado su marido, Sir John Franklin. Estudió el Ártico desde Londres, convirtiéndose en una experta en su geografía por derecho propio. Y si bien su búsqueda no dio los resultados esperados, ya que ningún miembro de la tripulación había sobrevivido, su empeño en la causa le brindó a Sir John un merecido reconocimiento.


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