Luego de presentar en Londres la traducción de su novela 'Las niñas del naranjel' al inglés (We are green and Trembling / Harvill Secker) y de compartir una charla con Xiaolu Guo en el Edinburgh Internacional Book Festival (Festival Internacional del Libro de Edimburgo), la escritora Gabriela Cabezón Cámara conversó con Graciela Melitsko acerca de sus libros, sus viajes a la selva y su compromiso con la ecología.

“Estoy disfrutando Londres: el sol, la belleza de la ciudad y sus jardines medio salvajes de los que me gustaría aprender”, abrió la charla Gabriela Cabezón Cámara mientras compartía un café en la vereda a pasos de la estación de Canonbury, en el norte de Londres.

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Entrevista: Graciela Melitsko
Fotos: Silvia Demetilla

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Cabezón Cámara es una de las escritoras argentinas con mayor proyección internacional en la actualidad y de la que ya fueron publicadas varias traducciones al inglés y a otros idiomas. Al momento de encarar el proceso de traducción nos cuenta: “Yo la entrego. No participo. No sé lo suficiente de ninguna lengua que no sea el rioplatense como para meterme. Me fijo en la música que, en algunos idiomas, la puedo percibir. En inglés, por ejemplo, y esta traducción de la poeta estadounidense Robin Myers tiene música”.

El empleo de diversos registros lingüísticos se aprecia en obras como Las aventuras de la China Iron y Las niñas del Naranjel, donde se integran el guaraní, el español antiguo, el latín y el euskera. Asimismo, la musicalidad constituye un elemento destacado a lo largo de toda tu narrativa. ¿Estudiaste esos idiomas? ¿Estudiaste guaraní?

Intenté estudiar guaraní y fracasé estrepitosamente. Mi garganta ya no logra hacer esas modulaciones que son tan hermosas y extranjeras. Debería entrenar más. Además, estos últimos años viajé mucho y eso no es bueno para ninguna clase de entrenamiento. Espero que, el año que viene, o incluso tal vez el otro, me pueda quedar más en casa y ahí poder dedicarle tiempo. El guaraní es una lengua que forma parte de la Argentina, no reconocida como lengua oficial, igual que no está reconocido el mapundungun y tantas otras lenguas. Supongo que, porque Argentina es un país fundado sobre el mito del desierto, —que es un mito muy conveniente políticamente, porque lo que está desierto lo podemos exterminar—. Es muy gracioso, ¿no? Tuvimos un fenómeno histórico llamado la campaña del desierto, la conquista del desierto,  mandaron un ejército enorme. ¿Para qué? ¿Si no era más que un desierto? De esa manera está construida Argentina. Y sin embargo, son lenguas que están completamente presentes en todo, en la toponimia, en el nombre de las comidas, ni decir en lo que hablan nuestros compatriotas. No sé si quieren que se les llame compatriotas, no les conviene porque hay una nación que los niega.

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Otro elemento que me interesaba destacar de tus libros es el tema del paisaje, la relación con todo lo que nos rodea, con las formas de apropiarse de la naturaleza. 

Yo no consigo decir ‘lo que nos rodea’, yo creo que es ‘la relación con eso que nos produce’. Somos, es horrible usar la palabra producto, pero somos uno de los frutos de la naturaleza. Ese árbol, las nueces, las ardillas, las cascadas… La relación es de necesidad, no existimos sin el aire, sin la fotosíntesis. No existimos sin el oxígeno que produce el océano. Somos nuestro mismo cuerpo. Por cada célula puramente humana, tenemos diez bacterias y es un universo lleno de alienígenas. Somos alienígenas. Que por el momento, mientras estamos vivos, todos estos seres compartimos un objetivo, y si, en algún momento alguno lo deja de compartir, listo, se acabó, pero somos carne de la carne de la tierra. Entonces, en ese sentido el intento de representación de todo eso que no somos nosotros, es un intento de representación de este proceso del que somos parte. Eso, yo no sé cómo me sale, pero lo intento. 

Sí, por supuesto que se transmite en tus novelas. ¿Estuviste en la selva para escribir Las niñas del naranjel

Estuve. Fue una experiencia hermosísima. Fui con un fotógrafo naturalista que se llama Emilio White. Le dije: quiero ver lo que ves vos. Y para ver lo que ve Emilio hay que quedarse enterrada en el barro durante diez horas seguidas, quieta y casi sin respirar, sin hablar. Los animales no humanos nos tienen mucho pánico, y esto incluye al jaguar. Todos nos tienen miedo. Lo bien que hacen, porque somos una peste. Entonces, si querés ver a alguno te tenés que quedar muy quieta, no tener ningún perfume, ningún desodorante. Una vez estuvimos en una puntita de tierra, al lado de un barrero. Un barrero es un lugar que van cavando los animalitos alrededor en las orillas de un arroyo, por ejemplo, porque son lugares en los que la arcilla tiene sal. La tierra roja de las selvas sudamericanas no tiene sal por ende tampoco las plantas. Todos los mamíferos necesitamos sal, así que ellos van por ahí comiendo un poquito de esa arcilla que tiene sal. Ese poquito, a lo largo de los siglos, se va transformando en unas grandes ollas. Ese día estuvimos unas cinco horas, quietos, sin hablar, entre el follaje y es un sector de la selva en el que la vida mamífera todavía prospera. Y también prosperan las garrapatas, así que estuvimos sentados arriba de un nido de garrapatas. Tuve relaciones íntimas con las garrapatas. Aprendí a distinguir cuando me camina el mosquito de cuando me camina una araña o una abeja y otros tantos bichos que había. La abeja cuando te camina va vibrando, eso es muy lindo 

Debe haber sido una experiencia maravillosa…

El primer día casi me muero del embole porque no logré entrar en el estado que se requiere para permanecer quieta tantas horas pero, el segundo fue una experiencia mística. Algo como una meditación, estar presente en lo que pasa. Entre el follaje, se veía cómo, en la superficie de aguas calmas, siempre hay una nube de bichitos. Levantaban vuelo, aterrizaban sobre la superficie del agua, la tocan apenas, y en ese tocar apenas, sin romper la tensión superficial del agua, sin mojarse, generan fenómenos de ondas concéntricas, como cuando tirás una piedra, y ellos siguen patinando un poco y vuelven a levantar vuelo. Era impactante, había miles y miles de bichitos haciendo lo mismo. Y yo pensaba en las ondas que producen cada vez que impactan en el agua, se van a chocar, se van a romper. No, no se rompen, se chocan apenas, se conmueven un poquito en el círculo, los círculos más exteriores y después siguen tan tranquilos cada una su vía hacia la disolución, el círculo perfecto.

¿Y cómo se manejaron con los animales más peligrosos?

Teníamos que estar muy presentes, caminando en la selva porque, una yarará o una coral, no son animales que tengan la más mínima intención de acercarse a vos, ni de morderte, pero si las pisás se defienden. La supervivencia en la selva es un trabajo en equipo, hay que tomar en cuenta la existencia de los otros y respetarlos.

¿Cinco libros esenciales en este momento?

(pueden cambiar con el correr del tiempo, nos aclara Gabriela)

  • Grande Sertão: Veredas de João Guimarães Rosa
  • El mundo alucinante de Reinaldo Arenas
  • La bestia ser de Susana Villalba
  • Una ballena es un país de Isabel Zapata
  • Un Texto Camino  de Caístulo y Zelko

Muchas gracias.

Si te interesa conocer más acerca de los libros y talleres de escritura de Gabriela Cabezón Cámara: @cabezoncamara

Graciela Melitsko

Silvia Demetilla