Escribe Teresa Pallarés Ramos
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Son muchas quienes la califican de miembro de una comunidad monástica femenina en la actual región de Galicia, mientras que para otros habría sido una acaudalada matrona romana vinculada a la familia imperial. Un largo etcétera de hipótesis que, simple y llanamente, traduce el misterio que todavía hoy rodea a la vida de un personaje histórico formidable por la vastedad geográfica de sus hazañas y la familiar precisión que caracteriza a su prosa.
Porque esta mujer es la autora de un manuscrito que recibió el título de Peregrinatio o Itinerarium, denominaciones ambas que se refieren al viaje que, vía por tierra y mar, llevó a Egeria a recorrer in situ los lugares descritos en las narraciones bíblicas. Y es que, en plena debacle del imperio romano de Occidente, se adentró en las aguas, desiertos y cumbres de lo que habría de ser la ostentosa Roma de Bizancio, aquella que habría de pervivir durante casi mil años.
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Egeria, suponen los expertos que ya madura, porta un diario de viajes junto a ella. Hoja de ruta que, acompañada de la constante presencia de una Biblia a modo de atlas, le permitió relatar y describir con exquisito y simple detalle todo tipo de vicisitudes y gentes encontradas. Fallecida posiblemente en Constantinopla, su obra manuscrita se fragmentó y consideró perdida durante siglos, no siendo hasta 1884 cuando el arqueólogo italiano Gian Francesco Gamurrini descubrió en un archivo de Arezzo un manuscrito incompleto del diario de viajes.
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Tras leer las ediciones actualizadas que de este manuscrito y de otros descubrimientos se han realizado en años recientes, concluyo que no estamos ante un mero diario personal en que se anotan los hitos encontrados a lo largo de la ruta. Todo lo contrario, pues en la presente era de la comunicación digital, que todo lo conecta y desconecta, Egeria se asemejaría más a un moderna blogger de viajes presta a mantener sus redes actualizadas. Sin embargo, presiento que Egeria desconocía el poder milagroso de la fibra óptica y los aparatos que acercamos al oído pues, si lo hubiera hecho, sospecho que hubiese clamado a gritos que la trasladasen de siglo. Quién sabe: quizás hiciese cola e incluso pelease para comprar el nuevo iPhone.
Pero regresemos al siglo IV…
Egeria es una antropóloga: realiza un inestimable y detallado trabajo etnográfico. Su labor educativa es primordial: a través de sus descripciones se dirige a sus compañeras y amigas, relatándoles con todo gusto de detalles aquello observado y experimentado. Se muestra abierta y diligente, sin albergar duda alguna sobre la utilidad presente y ulterior de su labor escribana. Es plenamente consciente del valor que para sus allegadas, y especialmente para las futuras generaciones de peregrinas y viajeras imaginarias, posee su relato.
Su testimonio es una guía geográfica pero también un manual emocional y referente del sentir femenino y viajero de la mujer de su época. La aventura, el temor y el ansia de conocer y ver más allá de los límites que impone el ojo humano son la herencia literaria, humana y personal que Egeria nos lega. Porque ella misma reconoce al afirmar que “yo, como soy muy curiosa, empecé a preguntar.”
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En los tiempos modernos Egeria sería una Instagramer o Youtuber viajera, con un blog de noticias actualizado a diario y con toda profusión de consejos. Y es que la distancia histórica nunca fue tan borrosa y corta como con ella.
Teresa Pallarés Ramos (España, 1989) es historiadora e investigadora en el campo de las migraciones, actualmente radicada en Bruselas. @tratadodelaincertidumbre
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