A punto de lanzar Debut, su primer libro, Christina nos abre las puertas de su universo y comparte algunos de los momentos más significativos de su historia. Edición impresa.

En el vigésimo sexto aniversario de la muerte de su padre Christina Rosenvinge escribió ‘El romance de la plata’, canción dedicada a su memoria. Coincidencia. Azar. Mensaje divino. No hubo respuestas, tampoco preguntas. A partir de allí la reconocida cantautora española se embarcó hacia Un hombre rubio (2018), uno de los trabajos más profundos de su carrera.

A punto de lanzar Debut, su primer libro, Christina nos abre las puertas de su universo y comparte algunos de los momentos más significativos de su historia.

Entrevista: Silvia Demetilla
Fotos: Pablo Zamora

Christina tenía veintiséis años cuando murió Hans, su padre. Tenían muchas diferencias y no se llevaban bien: «Fue una relación bonita cuando era niña pero luego mi padre se volvió una persona muy oscura, y además, ideologicamente no podíamos estar más lejos uno del otro». La comprensión y la compasión arribarían más adelante a su vida y aprendería a entenderle: «Llegué, sobre todo, a compadecerle. Le faltaba mucha alegría de vivir. Algo que siempre he echado de menos es no haber tenido la oportunidad de tener una conversación de adulto a adulto con él».

Durante la travesía que la conduciría a Un hombre rubio Christina decidió utilizar un recurso poco habitual: hablar en masculino de sí misma para así referirse a la soledad masculina: «Todos los discos son personales y no lo son, siempre estás intentando buscar puntos de conexión. Lo más bonito es que muchos hombres se han visto reflejados y que les ha hecho pensar en su relación con su padre. Es algo bueno cuando consigues tocar fibra sensible».


Yo creo que la madurez es un mito. Cada vez que hago un disco, o como en este caso, que escribo textos, tengo la sensación de dar un paso más pero nunca de culminar.

Rosenvinge recibió en 2018 el Premio Nacional de las Músicas Actuales concedido por el Ministerio de Cultura de España. Con canciones llenas de significado cual rocas sedimentarias, Christina sonríe cuando se le pregunta si cree haber llegado a la madurez de su carrera: «Es una de las preguntas que me hice en Debut. Yo creo que la madurez es un mito. Cada vez que hago un disco, o como en este caso, que escribo textos, tengo la sensación de dar un paso más pero nunca de culminar. En plan pesimista, puede ser como la piedra de Sísifo o mejor aún, como un alpinista que es capaz de subir más alto cada vez pero que siempre va a encontrar otra montaña por escalar».

Sin pedir permiso para sorprender y con una vida en la que las coincidencias parecieran no ser tales, otra de las canciones emblemáticas del disco es ‘Berta Multiplicada’: «Estaba pensando en la reencarnación, en la idea de que nuestras partículas vienen de la naturaleza y vuelven a ella, por eso, y para nuestra propia felicidad, no podemos vivir a sus espaldas. Justo se estaba cumpliendo un aniversario de la muerte de la activista hondureña Berta Cáceres y de repente sentí que su mensaje era furiosamente actual».

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