El ilustrador francés Benjamin Lacombe visita España para presentar su fascinante visión de Historia de Fantasmas de Japón (Edelvives, 2019) de Lafcadio Hearn.

Las mariposas no entienden de fronteras físicas ni mentales, sólo vuelan libres. Las ilustraciones de Benjamin Lacombe, tampoco. Capaz de cruzar con la imaginación los límites del tiempo y de las culturas, Lacombe ilustra once cuentos tradicionales de Lafcadio Hearn, publicados por primera vez en inglés en 1898.

Entrevista: José An. Montero e Irina Romero. 

Un trabajo que tiene la virtud de devolver la magia de lo recién descubierto a estas viejas historias de Yōkai.

Espectros, apariciones, monstruos, demonios, duendes que recorren las páginas del nuevo libro de Lacombe como si fueran mariposas que acaban de salir de sus capullos del tiempo. Viejas historias que recuperan todo el poder de hipnotismo que tuvieron el primer día que fueron contadas. 

El ilustrador francés se ha especializado en construir nuevos universos simbólicos para grandes clásicos como Los amantes mariposa, Cuentos macabros, Alicia en el País de las Maravillas, Madama Butterfly, Frida, Carmen o El mago de Oz. El texto sigue siendo el clásico, imprescindible e inmutable a lo largo del tiempo, pero que al ser acompañado de nuevas ilustraciones, de ediciones preciosistas y de juegos visuales cargados de belleza y simbolismo los reubica en la imaginación colectiva del siglo XXI. 

En la portada de Historia de Fantasmas de Japón unas misteriosas mariposas nacen del interior de una persona...

Me interesa el simbolismo de las mariposas y sus múltiples significados. Por una parte la idea de la metamorfosis, la idea del cambio, y, por otro, la mariposa como símbolo de libertad. Una libertad que les otorga una vida que merece la pena ser vivida. Podemos imaginar también que estas mariposas son como las almas que se escapan. Otro significado de la nube de mariposas nos remite al poema de Chuang Tzu, “somos hombres o somos mariposas que soñamos nuestra vida”.

Autorretrato – Benjamin Lacombe

En este trabajo investiga sobre las técnicas japonesas tradicionales de dibujo. 

Sí, pero no únicamente. Utilizo también el guache y el óleo, pero es verdad que utilizo otras técnicas más aéreas, más ligeras como acuarela o crayón sobre papel. En este trabajo también uso sistemas de grabado sobre guache, serigrafía y técnicas bastante más sencillas como crayón sobre papel. Esto me permite realizar un efecto de delicadeza, buscando la transparencia de un velo que recuerde el espíritu de un fantasma.

¿Qué son los Yōkai de los que nos hablan los cuentos japoneses de Lafcadio Hearn?

Los fantasmas de Yōkai son mucho más que fantasmas. Son seres sobrenaturales que pueden ser una mesa, un animal, un espíritu o un humano, lo cual es bastante fascinante y, a nivel gráfico, me permite explorar. Cada una de mis obras me permite visitar nuevas técnicas y tratarlas de manera diferente.

¿Que tan difícil ha sido trasladar las figuras Yōkai a las páginas del libro?

Ha sido un trabajo fascinante. Lo que más me ha interesado reflejar de los Yōkai, es el estado de ánimo que hay detrás de ellos. Los personajes están invadidos de una energía Yin, que es una energía fría y tenebrosa, durante mucho tiempo, cientos y cientos de años. De pronto esa energía va a tomar posesión de un cuerpo o de un objeto. Todo puede convertirse en Yōkai, porque todas las cosas tienen un porqué en la vida y en la tierra. Es una filosofía de vida verdaderamente interesante. También ha sido muy interesante alejarme de mi propio punto de vista etnográfico y darme cuenta que hay muchas cosas que nos sobrepasan. Todas las cosas inexplicables se convierten en espíritus Yōkai y trabajar con este material es fascinante para un ilustrador. 

El manga y el animé ya forman parte también de nuestra tradición cultural.

Han tenido gran influencia sobre la generación de los ochenta. Descubrí el manga con las películas de Miyazaki o los mangas de Mizuki, donde todos ellos hacen referencia a los Yōkai. Y, aunque creo que no hay una influencia directa del anime y del manga, sí que me hicieron conocer a este personaje. Para este trabajo he ido directamente a las fuentes, a los maestros estampadores japoneses como Utagawa Kuniyoshi.

Desde 1998, en que Tomi Ungerer recibió el premio Andersen de ilustración, ningún otro compatriota ha vuelto a ser premiado.

A todos los ilustradores nos gustaría recibir un día ese premio. Los premios Andersen han sido mayoritariamente para ilustradores anglosajones, a pesar de que la ilustración francesa tiene gran calidad y hay una producción extraordinaria y variada. En España también hay una producción muy interesante. Creo que la ilustración en Europa es muy variada y activa. El hecho que lo demuestra es la exportación en Francia de mucha literatura, sobre todo de literatura ilustrada y literatura juvenil.

El fotógrafo holandés Erwin Olaf decía que «La vida trata de lo real, pero uno puede enriquecerla con los sueños?». En su caso, ¿es la realidad la que enriquece sus sueños?

Eso es lo que yo pienso. En la vida nos acompañan espíritus, seres como los Yōkai. Hay un estado de cosas que las imaginamos así hoy en día y que no podríamos haberlas imaginado de esa manera hace unos años. En el caso de los Yōkai, se trata de una energía que se puede asociar a la mística o a lo mágico, a lo exótico. Hemos comprobado que una energía se aleja del cuerpo, como si la vida se alejara de ese cuerpo y apareciera en otro lugar. Es más bello imaginarlo así. Pero, en cualquier caso se puede estar soñando. 

¿Sigue siendo Leonardo da Vinci un espejo en el que se mira Benjamin Lacombe?

Es uno de mis grandes referentes: alguien que fue autodidacta y que deducía cosas por sí mismo. Además de su calidad pictórica, estaba muy interesado por la ciencia, era un genio de la invención y tenía una visión propia de la vida. Es ese estado de ánimo abierto sobre el mundo lo que encuentro fascinante y es increíble descubrir cómo esa forma de ver el mundo está conectada con la visión oriental del Yōkai en la que todos los seres tienen importancia en la vida. Quizá un día juzgaremos a los hombres que comen bestias, como juzgamos a los humanos que comen a hombres.

Uno de los cuentos de este último libro se titula “El devorador de sueños”, ¿quién devora los sueños de Benjamin Lacombe?

¿Quién devora mis sueños? Nadie devora mis sueños. Siempre he tenido muchos sueños. A menudo no los recuerdo, por eso me gusta decir que es mejor soñar despierto.