"Algún día en algún lugar" (Sometime, Somewhere), el nuevo y conmovedor documental de Ricardo Preve, da voz a la comunidad latina de Charlottesville, Virginia, para relatar sus desventuras hasta llegar a los Estados Unidos y compartir sus experiencias como inmigrantes indocumentados en la increíble travesía que ellos llaman "ir hacia el norte".

Por Luz Martí

Tras su exitoso estreno en el Virginia Film Festival, Sometime, Somewhere, la última película del director y guionista Ricardo Preve, ha iniciado su propio recorrido en instituciones educativas y festivales con miras a llegar al gran público, comenzando con gran suceso en el 15° Festival LATINUY de Punta del Este, Uruguay donde ganó el Premio al Mejor Documental.

Con música de Andrés Rubinsztejn y la contundente fotografía de Leonardo Val, Preve nos acerca al dolor de los inmigrantes latinos en su ciudad de adopción, Charlottesville, Virginia en los Estados Unidos. Desde allí, de alguna manera, pinta el panorama de la inmigración en cualquier parte del mundo, con sus largos trayectos de incertidumbre y temor, en búsqueda de refugio y nuevas oportunidades que los llevarán «algún día» a ese «algún lugar» que sueñan como una tierra prometida.

Amante del neorrealismo italiano, Preve apuesta en este caso por un impecable blanco y negro que nos permite centrarnos en las declaraciones de los inmigrantes latinos.

«Para abordar un tema tan profundo, quise destacar las voces de los inmigrantes sin que la imagen desviara la atención del público hacia los hermosos paisajes de Charlottesville, sus otoños coloridos o sus montañas azules,», dijo Ricardo Preve.

En Sometime, Somewhere, Preve no cae en la simplicidad de presentar al inmigrante como una mera víctima, sino como un ser humano digno al que, a través del respeto, se le otorga la oportunidad de ser escuchado y así contribuir a completar partes de la historia americana que a veces quedan silenciadas.

Ricardo Preve, argentino, de padre italiano y madre húngara, llegó a los diecinueve años a Charlottesville donde recuerda haber sido tratado con amabilidad y bienvenido por la sociedad como inmigrante, cosa que, a partir de la caída de las Torres Gemelas y el asalto al Capitolio en 2021 comenzó a cambiar drásticamente transformando la visión del extranjero en la de un posible peligro.

Salvadoreños, ecuatorianos, argentinos, mexicanos, guatemaltecos, hablan a la cámara, compartiendo historias conmovedoras que se repiten: la pobreza y el hambre en sus países de origen, el temor a las pandillas, la violencia doméstica y de los cárteles, la búsqueda de una vida mejor para sus hijos. A la vez, expresan su desazón al sentirse ignorados, estigmatizados por su color de piel y el temor que sienten por su condición de indocumentados, sin derecho a reclamo alguno.

La experiencia de tener que dejarlo todo: familia, idioma, costumbres, amigos, lugares de la infancia, leyes conocidas, para arriesgar incluso sus vidas en busca de una vida mejor, llena de ilusiones y miedos, tiñe sus relatos. Las noches en el desierto, la vulnerabilidad ante los «coyotes,» el hambre, la desesperación por evadir a la migra a toda costa con el fin de reunirse con un hijo pequeño que tal vez ya ha logrado llegar con algún pariente.

Partir de un infierno para enfrentar otro con el objetivo de llegar a una «orilla» menos terrible es el destino de miles de inmigrantes.

«Aquí, desde luego, encontramos también a personas amables y bondadosas, pero el dolor de ser tratados meramente como herramientas de trabajo en lugar de seres humanos nunca desaparece; perdura para siempre. Venimos a trabajar, a ser parte de la misma cultura, no a quitar empleos a otros».

El relato amplía y completa el panorama gracias a testimonios y reflexiones de defensores de derechos humanos, profesores, abogados de inmigración y miembros de organizaciones no gubernamentales, mientras las imágenes de esta narrativa monocromática nos piden observar y escuchar detenidamente para comprender que la esencia de las cosas rara vez se encuentra en la superficie.

«Somos aquellos que cuidarán de tus hijos, pintarán tu casa, y mantendrán tu jardín.»

Hacia el final, un acertado cambio de blanco y negro a color rompe la tensión, proporcionando un giro necesario a una historia que, de otro modo, quedaría únicamente en una denuncia. La esperanza tiñe las palabras de aquellos que, sabiendo que aún queda mucho por mejorar y corregir, reconocen en su nueva tierra un país lleno de oportunidades en el que vivir vale la pena.

Luz Martí

Sometime, Somewhere


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