Suelo amalgamar realidad y ficción, y la imaginación es uno de mis motores de trabajo. Una vez dije: un lenguaje de encantamiento para un mundo desencantado. Paulina Vinderman

Paulina Vinderman es una de las voces más destacadas y personales de la poesía argentina contemporánea.

Entrevista Luis Benítez

Paulina Vinderman (Buenos Aires, 1944) posee una vasta obra iniciada en los años setenta. Entre otros reconocimientos, recibió el Premio Nacional Regional de la Secretaría de Cultura de la Nación Argentina (cuatrienio 1993-1996), el Primer Premio Municipal Ciudad de Buenos Aires (bienio 2002-2003), el Premio Literario de la Academia Argentina de Letras, género Poesía, 2004-2006​, los Premios del Fondo Nacional de las Artes 2002 y 2005​, el Premio Citta’ di Cremona (Italia, 2006), Premio Anillo del Arte a Mujeres Notables (2006), el Gran Premio Fundación Argentina para la Poesía (2010), el Premio Esteban Echeverría (2012) y el Premio Alfonsina Storni (2019).

¿Cuáles son los temas fundamentales que aborda su poética, por qué y cómo lo hace en sus trabajos?

“La poesía es el tema del poema”, escribió Wallace Stevens. Nunca planeo el poema, sigo al lenguaje como si fuera el conejo blanco y el tema aparece en consecuencia. Pero claro que hay temas recurrentes, además de los insoslayables vida, muerte, amor, en mi poesía siempre están: el viaje, las fronteras, los personajes marginales, las ciudades como personajes, las cartas,  la fugacidad, el tiempo, la conciencia de la escritura, la infancia… No balbuceo ni fragmento; en general intento un lenguaje fluido que juega a narrar mientras interroga y busca una epifanía, una señal luminosa que cargue de sentido al mundo, que desenmascare lo cotidiano y nos lleve a lo desconocido, a “lo grave, lo profundo”(Rilke dixit). Suelo amalgamar realidad y ficción, y la imaginación es uno de mis motores de trabajo. Una vez dije: un lenguaje de encantamiento para un mundo desencantado.

¿Cuáles han sido las mayores influencias literarias que ha tenido su obra, tanto de otros poetas como de narradores, y cómo se reflejan en sus poemas?

En mi formación, el siglo de oro español fue importantísimo: Quevedo, Lope, Garcilaso. Después, los modernistas americanos: José Asunción Silva, Rubén Darío. Y llegaron Vallejo, Neruda, Girondo, Apollinaire, Pessoa, Pavese,  Dylan Thomas, etc. Los norteamericanos Emily Dickinson, Wallace Stevens y William Carlos Williams fueron fundamentales porque me mostraron usar la naturaleza como fuente de reflexión y de especulación filosófica.  La prosa también debe haber hecho lo suyo, aunque no logro dirimir la influencia directa. Cervantes y Shakespeare son pilares gigantescos, bajo los cuales trabajamos con gratitud. Voy a nombrar algunos narradores ineludibles en mi vida: en la infancia, J. London, R.L.Stevenson, Andersen y después Hemingway, Faulkner, Chéjov, Virginia Woolf, K. Mansfield, Conrad, Balzac, Borges, Salinger, Cortázar… Los poetas argentinos que dejaron su marca, además del citado Girondo, Raúl Gustavo Aguirre, Edgar Bayley y Joaquín Giannuzzi. Olga Orozco fue muy admirada por mí pero no influyó en mi escritura. Igual con el enorme Juan Gelman. Reconozco sí, la impronta de la crueldad y maravilla de los cuentos de hadas de la infancia. Hay un eco muy intenso del “había una vez”, con Lewis Carroll y sus Alicias, de modo crucial. Algunas tardes me escapo a tomar el té con el sombrerero loco.

Memoria y olvido son dos referencias de peso en su poética. ¿Qué significan para usted y, si así fue, cómo se fueron transformando a lo largo de su obra?

Es un tema que me obsesiona. Una de las virtudes que más amo en la poesía es su capacidad de memoria. Una vez la llamé, en una ponencia, “una vasija llena de memoria”. El olvido es una muerte, una traición; a veces una traición necesaria y dulce, pero traición al fin. En el plano personal puede ser aceptable, jamás en lo colectivo, en este caso es un crimen.

¿Puede brindarnos su particular definición de la poesía?

La poesía es una aventura en el corazón del lenguaje (la sangre del idioma). Un relámpago de percepción para aprehender el mundo, para zambullirse en él, para comprenderlo, una manera de descorrer las cortinas de lo real, de iluminar los rincones oscuros de la existencia. La poesía es el lugar donde sucede lo imposible. Se vuelve a nombrar, se vuelve al origen y, en ese viaje, parafraseando a John Berger, el poema verdadero toca una ausencia de la que, de no ser por él, no seríamos conscientes. Suelo nombrarla como «una intemperie que abriga» y un «agua de resistencia», un «juego mayor». Más que un lugar, la búsqueda de un lugar. Una interrogación permanente que hace pie en la belleza y en la verdad, de lo esencial.

De su amplia obra poética, ¿cuáles son sus poemarios favoritos y por qué?

Generalmente doy preferencia al libro más reciente pero tengo un particular afecto por La balada de Cordelia, tal vez, porque se trata de un alter ego. Su escritura fue una ardiente experiencia poética: me encontré leyendo con asombro el largo poema una vez finalizado. Además llamó la atención de unos jóvenes estudiantes de letras que me tocaron el timbre para conocerme y me llenó de emoción. Aclaro que, mi valoración es afectiva, no se trata de una estricta valoración literaria. En este caso fue palpable la cita de Joseph Brodsky: «Nunca se sabe qué engendra qué, si una experiencia un lenguaje o un lenguaje una experiencia».

En su poesía parece tener un espacio muy señalado aquello que no fue experimentado en la realidad, lo onírico, lo imaginario. ¿Cómo trabaja usted con lo soñado o imaginado?

En el poema confluye absolutamente todo: lo vivido, lo olvidado, lo leído, lo soñado, lo inventado. De qué manera y en qué medida se reúnen la memoria visual con la auditiva, la percepción con la intuición, la pasión con la razón, siempre resulta misterioso, incomprensible por fortuna, para un análisis que sólo confíe en la lógica como radar. El  entrelazado realidad-ficción es una constante en mi escritura, se da naturalmente. Creo que la ficción suele calar más hondo que la realidad.

Aunque usted es una poeta de la generación de los ’70 que atravesó en su madurez autoral también la del ’80, ambas signadas por la presencia de posturas estéticas y “capillas poéticas” bien diferenciadas, al estilo de las vanguardias (en Argentina, por caso y en tales períodos, el neorromanticismo, el neobjetivismo, el neobarroco, etc.), no parece haberse suscrito a ninguna de esas corrientes. ¿Cuáles son sus diferencias respecto de esas concepciones? ¿Por qué esa distancia de las estéticas predominantes en la poesía argentina de esas épocas?

Sencillamente no correspondían con mi manera de escribir, con mi respiración. Conocí  a sus hacedores, colaboré con las revistas de la época pero me aferré a mi voz; creo que un poeta no debe hacer caso de modas, sólo a su propia voz, a su mirada. Por otra parte me interesaron siempre, —
me interesan—, más las voces que los ismos. Por supuesto,  esos movimientos dejaron un legado importantísimo en la poesía argentina.

¿Como estima que se inserta su obra en la tradición y la historia de la poesía argentina?

No lo sé, ni puedo saberlo, Luis. Esta pregunta es para un crítico, no para mí. Sólo puedo decir que mi poesía obedece a una necesidad muy profunda, desde la fascinación por el lenguaje que estuvo en mí desde muy pequeña. Ojalá pueda dejar una diminuta huella del misterio que somos, ojalá pueda haberse aproximado apenas, a la belleza del dibujo de un bisonte en una cueva paleolítica.

Usted es una de las poetas en lengua española más reconocidas en toda Latinoamérica, está incluida en notables antologías del género y su obra ha sido traducida a otros idiomas. ¿Cómo ha sido su experiencia internacional?

Gracias. Siempre me he sentido latinoamericana. Por el idioma y por la historia común. Hice muchos viajes aventureros por tierra desde la Patagonia hasta México para conocer la América profunda. Fui como anónima viajera pero, por fortuna, he sido invitada a los maravillosos festivales y encuentros de Colombia (Bogotá y Medellín), México (Monterrey y Ciudad de México) y Nicaragua (Granada). Eso permitió intercambio de libros, colaboraciones y ediciones: tengo varias antologías editadas en esos países . Jacques Ancet, gran poeta y traductor, tradujo junto a Cristina Madero dos libros de mi autoría: Bote negro  (Barque Noire, Lettres vives, París) y La epigrafista ( L´epigraphiste, Le taillis Pré de Yves Namur, Bruselas, Bélgica). Alessio Brandolini tradujo La epigrafista para su sello en Roma: Fili d´Aquilone). ¿Qué puedo decir? Estoy sumamente agradecida y emocionada de tales ecos. En forma parcial he sido traducida a otros idiomas.

¿Está trabajando en algún nuevo poemario? Si es así, ¿cuáles son sus características y cuáles sus diferencias respecto de sus obras anteriores?

Acaba de editarse mi obra reunida (Tocar el cielo oscuro) y tal vez, para demostrar que no era un cierre (risas) está en imprenta un nuevo libro.  Tengo además, dos libros inéditos a la espera y escribo lentamente otro. Creo que mi urgencia puede deberse a la edad (más risas), no sólo a la aparición de la obra reunida. No alcanzo a ver grandes cambios en mi escritura; mayor concentración acaso, un lápiz más afilado. Hago hincapié en una suave metafísica a partir de lo cotidiano.

En la poesía argentina de las últimas décadas, es particularmente importante y notoria  la voz de las poéticas creadas por mujeres. ¿Por qué en etapas anteriores no se destacaba tanto la poesía escrita por mujeres? ¿Estima que, en Argentina y en el resto de América Latina, ya se ha llegado a algún tipo de equilibrio o que falta todavía para que las autoras sean justamente valoradas y tengan el mismo acceso  que los autores a la publicación editorial, la integración de jurados literarios, la presencia como tales en los medios de comunicación, etc.?

En las décadas 70’s y los 80’s, hubo en mi país una irrupción extraordinaria de poesía escrita por mujeres, una suma de talentos y poéticas diversas que llamaron la atención. Fue maravilloso y lo más maravilloso es que esa irrupción no se detuvo.  Ahora ya no somos dos poetas mujeres en una antología de cien poetas, ahora somos jurado y editoras y funcionarias. Claro que hay mucho más por avanzar, sobre todo en otras áreas. Esto en Argentina; sé que en otros países de América latina es todavía  muy difícil.

¿Cuál  es su visión lo de que se está escribiendo en poesía y en Argentina, desde 2000 hasta el presente?

Contesto muy feliz esta pregunta. Nuestro país está en un momento mágico cultural. a pesar de tantos sinsabores. Hay nuevas voces, tanto de poetas como narradores y narradoras, una pluralidad de voces de gran riqueza verbal y precisión de lenguaje además de audacia e inventiva. Hace poco fui jurado del concurso de Poesía del Fondo Nacional de las Artes y he leído libros hermosos, de autores y autoras muy jóvenes inclusive. También soy testigo de esa situación en mis talleres de lectura y escritura creativa.

Fotografía: Gentileza del archivo personal de la autora.

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