Palabras e imagen Soledad Galván
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Hace casi cinco años que me dedico a la pintura. Sin estar preparada, sin capacitación académica en arte, y acabo de vender una pieza por encargo a 1700 dólares australianos. A algunas personas les resultará injusto que yo, que de arte seguramente sepa un diez por ciento, sino menos, pueda generar dinero a través de esta actividad mientras que, a otras les parecerá genial. Personalmente me hizo sentir muy bien, no por el dinero en sí mismo, sino porque jamás dejé de intentarlo. Llegué a esta parte de mi carrera porque no frené ni me di por vencida, y esa es la misma sensación que tengo cuando aplico a convocatorias por premios o grants. El fin es el mismo: ser vistos, el dinero y la oportunidad de reconocimiento.
Hoy todos luchamos contra un monstruo llamado algoritmo. En mi mente, el algoritmo es una bolsa llena de variables y trucos que desconozco para que los potenciales consumidores de mi arte o de mis letras me encuentren. Pero los concursos son diferentes, o tal vez no tanto. Aplicar a alguno hace que los niveles de esperanza se agiganten. Porque, seamos honestos, creemos en nosotros mismos, si no, ni siquiera lo intentaríamos. Yo creo en lo que construyo, no puedo hacerme la boluda o meter falsa modestia.
Hace unos días que vengo pensando en esto de ganar y perder. Desde mi óptica, cuando no ganamos en realidad tampoco estamos perdiendo, porque perder sería dejar de intentarlo. No voy a negar que la frustración y los celos después de no ganar lo que se buscaba está latente. A veces el que gana se lo merecía menos o no hizo algo tan genial para ganar, pero otros creyeron que sí, que tenía las variables y trucos necesarios para que los jueces le dieran el galardón. Felicitaciones siempre, aunque les mire un poco de reojo.
Crear es un proceso tan complejo, una subida escarpada que genera tan poco income, que, tal vez, necesitemos esa mirada milagrosa, llámese premio. El arte y las letras giran en una rueda que se pincha seguido porque, no solo hay que enfocarse en la creación y la gestión, sino que, además, hay que ser nuestro propio contador —malísimo por lo general—, nuestro creador de contenido para redes y nuestro adulto que tiene otro trabajo para sostener lo que a veces parece insostenible. Cuando se abren competencias se debería incluir una pregunta fundamental: ¿porque querés ganar? Ojalá nos dieran ese espacio para la súplica.
Nos alimentamos de esperanza cada vez que aplicamos. Que no ganes no te convierte en nada más que en un esperanzado. Y qué bueno que es seguir teniendo esperanza en un mundo bastante hostil.
Competir sí es lo que importa porque nadie te ve, hasta que alguien sí.
Soledad Galván (La Escondida Arte)
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