Jean-Luc Godard, uno de mis ídolos cinematográficos, acaba de partir a la eternidad después de un largo encierro auto impuesto en su residencia de Suiza.

Jean Luc Godard, primo de un ex presidente peruano, comenzó su carrera como un furioso crítico de cine. Figura clave e imprescindible de la nouvelle vague, movimiento que rompió con cualquier esquema preestablecido hasta ese entonces, además de tomar distancia con todos los movimientos anteriores y, sobre todo, con el realismo poético francés, Godard y Truffaut, quizás el más poético de sus representantes, salieron a tomar la calle y se animaron a la cámara en mano y a la utilización de cortes de tiempo (jump cuts), elemento muy común en la cinematografía Godardiana.

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Por Julio Zeballos Gutiérrez

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En À Boute de soufflé (Al final de la escapada), el debut cinematográfico de Jean Paul Belmondo y que demostrara su admiración en esta cinta por Humprey Bogart compartiendo roles con la suicida Jean Seberg, Godard logra, sin ningún guión predefinido, un clásico del séptimo arte. En constante cambio sin alinearse a ningún canon o estética cinematográfica, Godard era polifacético y camaleónico, miembro del grupo Dziga Vertov (cineasta ruso que inventara el término Ojo en el cine). Desde el baile protagonizado en Vivre sa vie por su musa y primera esposa, la actriz danesa Anna Karina, una versión libre de Nana de Émile Zola hasta ser tomado como inspiración por Tarantino en uno de los filmes por su popular carrera en el museo de Louvre en Bande à part.

À Boute de soufflé

Godard recibió mucha influencia de los directores soviéticos, sus películas comenzaban desde el final y terminaban en el principio. Al igual que un alquimista cinematográfico, experimentó hasta el hartazgo rodando esa belleza contemporánea de Le Mépris, basada en la novela del escritor italiano Alberto Moravia y protagonizada por Jack Palance en el que aparece un Fritz Lang con monóculo, llegando a sus coloridos homenajes maoístas de Le chinoise. Con el tiempo, se animó a manipular sus cintas y, a partir de la revuelta de mayo del 68, se volvió más politizado. Entre sus últimos trabajos se encuentra el collague de Film Socialisme que fuera presentado en el festival de Cannes. Como diría el Conde de Lemos, Godard siempre quiso “épater le burgois” (impresionar a los burgueses), además de recibir alguna vez el tortazo de un anarquista y verle comer el mismo pastel en ese mismo momento.

Michael Hazanavicius, Mal Genio (2017), se animó a llevar a la pantalla grande el segundo romance más famoso del “réalisateur” y que, de ninguna manera fue del agrado del antipático y frustrante director francófono. Godard es, sin duda, esa rara avis mezcla de surrealismo y Eisenstein que necesitaba una pistola y una mujer para hacer una buena película.  ¡Hasta siempre Jean Luc!

Julio Zeballos Gutiérrez (Lima, Perú). Es Economista. Escribe cuentos, artículos de cine, opinión y la columna Música al Sur del Hemisferio en la Tundra Revista. Lee su BLOG


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