A tres años del incendio del Parque Nacional y Natural de Doñana, María Sánchez Medina, bióloga, naturalista y guía del parque, escribe un conmovedor relato brindándole homenaje a los héroes que lucharon contra las llamas, incluyendo a su padre.


Hace tres años que Hefesto, el que me hipnotiza en invierno y odio en verano, decidió descargar su ira contra Doñana en una guerra entre el hombre y las llamas.


Por María Sánchez Medina
Fotos Ana Rivadulla Crespo y Adelaida Monguillot
*


Eolo se alió con Hefesto, liberando a los Anemoi y en un abrir y cerrar de ojos, el 24 de Junio de 2017, nuestros cielos celestes se tornaron de naranja.

El primero de los guerreros en salir es la persona que dejó mis genes impregnados del amor por la naturaleza. Pertenece al ejército amarillo y verde que cada verano lucha contra los juegos de Hefesto.

A partir de ahí: desconcierto, nervios, audios de desesperación, imágenes de llamas, de columnas de humo; gente invadida por el miedo abandonando sus casas…

Recuerdo que, esa tarde la frustración y la impotencia se subieron a mis hombros haciendo que pesaran el triple y que no fuera capaz de despegarme del suelo. Recuerdo estar sentada en el patio de casa con mi madre con lágrimas haciendo carreras sobre mi cara y viendo cómo la fiesta de Hefesto y Eolo traía en esa calurosa tarde de verano el naranja, el gris y el “confeti” oscuro que los Anemoi arrojaban a más de treinta kilómetros desde lo que se empezaba a convertir en la casa de Hades.

Neptuno decidió regalar el agua verde del Atlántico a los helicópteros que parecían abejas entre tanta inmensidad.

Días de nervios, frustración, impotencia desconcierto. De palabras de ánimo hacia unos “Héroes” humildes que nunca necesitaron elogios.

Eolo se hacía más fuerte y pasaba una y otra vez avivando a Hefesto. Era tal su furia que arremetía contra los pinos, los chamuscaba con su velocidad y se volvía, asegurándose de ver sus cadáveres calcinados. Ojalá Cronos nos hubiera escuchado.

Fue el incendio de las redes sociales. La primera vez que muchos entrábamos en el día a día de los hombres de Hera.

Grajilla reposando en alcornoque

Parque Nacional y Natural de Doñana

Los Anemoi esparcían por todas partes ese olor a ahumado que me es tan familiar. Entonces Deméter, movilizó también a sus hombres: agricultores que se tiraron al campo a hacer cortafuegos con sus tractores.

Gea reclutaba a más efectivos de otros lugares y puso en movimiento a los cuidadores del Centro de Cría del Lince en el Acebuche para que pronto los pusieran a salvo.

El olor a humo trajo ahora a mi casa tranquilidad, esa sensación de verlo llegar con vida y con cara de tristeza. Recuerdo sus palabras cuando al mirarme adivinó mi pregunta: “Tranquila que, por suerte, vivimos en una zona llana y los animales más grandes, cuando huelen el humo, huyen a un sitio seguro. Pero los reptiles, los pequeños, los nidos que aún quedaban activos…“, y no dijo más.

Recuerdo oírlo llamar a la central y ofrecerse de voluntario en sus pocas horas de descanso para regalar las fuerzas que la adrenalina hace que no decaigan en esas situaciones.

Con el paso de los días, Eolo decidió replegarse hacia el océano y no pasar al Parque Nacional y fue ahí, donde por fin ambos fueron apaciguados.

Durante más de un año, no fui capaz de acercarme a la zona y una vez que tuve fuerzas, la imagen era dantesca: dunas inertes. No sabía si me movía por el Asperillo o había llegado a Marte. Durante tres años, Gea reclutó a su otro ejército, los que vestidos de verde, regalan vida. El 11 de Junio de 2020, casi tres años después, se re abrió el sendero de Cuesta Maneli que recorre las dunas fósiles del Parque Natural hasta nuestros acantilados de arenisca para llegar a la Playa de Castilla.

Me sorprendía el cambio de paisaje. Sin pinos. Las dunas tornándose verdes, rastros de vida en la arena, el recuerdo de tiempos pasados y esa pregunta que le hacía a quien me acompañaba en mi paseo: ¿Volverían mis ojos algún día a ver esto como lo vimos antes?

Este es mi pequeño homenaje a una persona que dedicó su vida a nuestros bosques. A quien se desvivió por su trabajo y dejó un trozo de su corazón en cada tronco quemado: mi padre, que se jubila este año. Y a sus compañeros del INFOCA (Incendios Forestales Comunidad Andaluza), que seguirán luchando para que podamos respirar.

* Las fotografías de este artículo fueron tomadas antes del incendio.
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Ana Rivadulla Crespo @andefilms
Adelaida Monguillot @3argentinas


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