La obra póstuma de la coreógrafa y bailarina alemana Pina Bausch, Como el musguito en la piedra, ay si, si si…, fue presentada en Sadler’s Wells de Londres. Inspirada en la residencia que su compañía Tanztheater Wupertal realizara en Chile en el año 2009 como parte del World Cities Series.
Escribe: Brenda Naso
La coreógrafa que falleció ese mismo año debido a un cáncer avanzado, había revolucionado el mundo de la danza a fines de los años setenta creando lo que hoy conocemos como danza-teatro.
Como era de esperar, la obra hace referencia a Chile, país de donde era originario su último esposo, el escritor Ronald Kay. Sin embargo, como esta talentosa artista nos ha tenido acostumbrados a lo largo de su fructuosa carrera, las situaciones que presenta en sus obras tienen indudablemente un sabor universal en el cual la mayoría de las audiencias se pueden reconocer.
Una mujer vestida de blanco es rodeada por un grupo de hombres y una serie de movimientos sugieren la tenebrosidad del abuso que la dictadura chilena infligió en sus ciudadanos: la tortura y la separación de las victimas —en muchos casos por asesinato— de sus seres amados.
Las grietas que se abren y se cierran en el escenario, quizás sean también una metáfora de las traumáticas heridas generadas por la dictadura chilena, se abren y se cierran pero siguen vivas en la memoria colectiva de un pueblo.
La música es heterogénea, pero toda ella nos transportan a Chile. La cantautora Violeta Parra; Inti Illimani; el poeta, cantautor y director teatral Víctor Jara, así como la inclusión de sonidos folklóricos andinos.
Pina Bausch es indudablemente reconocida por retratar como nadie las paradojas de las relaciones humanas y Como el musguito en la piedra, ay, si, si, si… no es la excepción. Gracias a su intensa sensibilidad, honestidad y, me permito decir, valentía, temas como el desamor, la conquista, el rechazo, la seducción, la sumisión, las perdidas, los encuentros y desencuentros, las separaciones; en suma, las penurias y alegrías de los encuentros amorosos son retratados exquisitamente por medio de la actuación y la danza. El humor y la ironía, siempre presentes en su obra, permiten a la audiencia reírse de si misma y quizás minimizar ciertas tensiones que pueden generarse en el espectador mismo al verse reflejado en situaciones similares.
En cuanto a los bailarines, la maestría de la danza y el movimiento expresivo emocional que transmiten son excepcionales capturando al auditorio durante las dos horas y cuarenta minutos que dura la obra donde, por otra parte, las mujeres tienen el rol protagónico. Sus cabellos, en su mayoría, largos y lacios, como lo era el cabello de Pina, son utilizados como una extensión de sus cuerpos, exaltando su feminidad y salvajismo. Sus vestidos, coloridos, brillantes contrastan con el vestuario en gamas de colores oscuros que llevan los hombres. La obra fluctúa entre dramáticos y humorísticos solos, dúos y tríos y divertidas —y en ocasiones caóticas— danzas en grupo. El solo del bailarín Dominique Mercy, integrante de la compañía desde 1973, es de destacar.
Una de las bailarinas, de pie, frente al público enciende un cigarrillo y aun sabiendo que la inclusión de mujeres fumando en escena ha sido un sello personal en las obras de esta coreógrafa, en ese preciso momento me pareció ver a Pina sobre el escenario. Bausch, la única y estupenda artista que era una fumadora empedernida aparecía ante nosotros, mirándonos…
Como el musguito en la piedra, ay, si, si, si… es un claro testamento.
Gracias a los integrantes de Tanztheatre Wuppertal, el legado y obra de Pina Bausch siguen vivos.
Brenda Naso (Argentina) es docente en el Máster de Danza/Movimiento Psicoterapia en Goldsmiths College, Londres.