“No aliento, solo cuerpo: La poética de la dignidad” de Ana Yedros en la Facultad de Bellas Artes de Cuenca

No aliento, sólo cuerpo: la poética de la igualdad, de Ana Yedros

Por José An. Montero

La exposición “No aliento, sólo cuerpo: la poética de la dignidad”, de Ana Yedros es una de esas exposiciones imposibles de visitar porque no llegaron a abrir sus puertas al público general debido a las restricciones sanitarias. 

Un cuervo fue disecado en 1758 en la misma posición en la que murió. Desde entonces su cuerpo permanece inmóvil mientras el mundo cambia a su alrededor. A diferencia del resto de animales disecados en posturas que más o menos tratan de disimular su muerte, el Corvus corax mantiene su dignidad de cadáver. 

Una serie de retratos del cuervo yacente, encapsulados en metacrilato y ordenados como si fueran capas de una disección, forman una de las piezas hipnóticas de la exposición de Ana Yedros, “No aliento, solo cuerpo: La poética de la dignidad”, que no podrá verse en la Facultad de Bellas Artes de Cuenca. Una exposición que cerró antes de que el público en general pudiera visitarla, pues las autoridades sanitarias cerraron los museos y las salas de exposiciones un día antes de su inauguración, dejando encapsulados también socialmente al Corvus corax y al resto de cuerpos de insectos que cobran espíritu artístico, que no vida, en esta exposición. Una exposición que es un grito de auxilio ante la finitud de la vida y de la conexión entre todos los seres vivos silenciada por el propio virus. Tiempos paradójicos que deberían haber sacudido las conciencias. 

Esta propuesta nace a partir de la colaboración de Ana Yedros con el Museu de História Natural de Coimbra, donde se expondrá próximamente en su antesala del Gabinete de Curiosidades del siglo XVIII, un espacio que presentará próximamente su remodelación y en el que Ana Yedros ha participado artísticamente. Precisamente, las mariposas donadas a lo largo del tiempo a este museo y que los avatares de la historia hicieron que nunca fueran catalogadas ni pudieran formar parte de sus colecciones son el hilo conductor de esta exposición. Insectos procedentes de China, África o América que el tiempo estaba deshaciendo recobran un nuevo aliento en la obra de Ana Yedros. 

La vida como viaje, como dignidad, como fugacidad, pero siempre vida, combinando arte con creación natural, retornando a un punto previo a la separación artificial de los Museos de Ciencias Naturales de los de Arte. Seres que perdieron la vida en un lugar y en un momento determinado pasando a formar parte de un cementerio o de un museo, que en el fondo viene a ser lo mismo. 

Seres inertes a los que ni la ciencia, ni la tecnología, ni la religión han devuelto la vida. Seres procedentes de cualquier geografía posible e ignota a los que Yedros, dota de un aura poética, de la posibilidad de la poesía. La artista asomándose a la ciencia, tratando de romper esa paradoja contemporánea que consiste en el divorcio entre información y conocimiento, sobre la que reflexionara Joan Foncuberta. 

Piezas que tenían como destino ser clasificadas, etiquetadas, ubicadas en pequeñas cajas entomológicas de las colecciones científicas de siglos pasados a las que tanto nos recuerdan los tableros de las comunidades digitales, pero que acaban conformando un bello Gabinete de Curiosidades, en el que no esperamos el orden ni el rigor, ni buscamos otra cosa que un caos poético en el que sumergirnos. 

Vitrinas de formol poético en el que habitan estos seres inertes, microcosmos de vida y de arte expuestos ante los ojos humanos en un acto supremo de rebeldía ante la clasificación artificiosa y que en estos momentos de pandemia mundial, con las salas vacías, adquieren una dimensión casi espectral, en el que no queda más remedio que preguntarse por la propia supervivencia de la especie humana. La certeza expuesta por Humboldt hace más de dos siglos de que toda la vida en la tierra está directa y estrechamente interconectada y en el que la ciencia, además de basarse en fenómenos objetivos, también debe ser un espejo del espíritu del ser humano. 

La obra de Ana Yedros se clava en la memoria, de la misma manera que estas mariposas deberían estar clavadas en su caja entomológica, de la misma manera que se nos queda clavada nuestra propia mirada cuando nos vemos reflejados en un espejo. En sus propias palabras, “Cuesta trabajo mirar frente a frente a todos estos seres inertes ahora; más que en su momento, cuando el objetivo inicial pareciera, según la historia oficial, fruto de la necesidad y ansia de saber; comerle terreno a la superstición. Hoy la necesidad de replegarse apremia”. 

“El arte es tan necesario y tan básico como la psicología y como la medicina. Yo no vivo solo de pan. Sobrevivir no me interesa, me gusta vivir y hacer de la vida algo interesante. Me gusta crear para entenderme o para no entenderme, para poder contradecirme, para sentir que vivo la vida”, dice Ana Yedros mientras apaga las luces de la sala. Su galería de curiosidades regresa a la oscuridad y al silencio de los seres que fueron. Mientras, la realidad pandémica, los incendios forestales inabarcables, las grandes tormentas y las letales sequías, les responden cada día.

José An. Montero

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