La cantante y compositora argentina Sofía Rei no se rige estrictamente por los ritmos latinoamericanos, y sin temor los reinventa o incorpora elementos de jazz, improvisación y sonidos electrónicos. Apasionada por las historias con espíritu genuino, no tiene temor de atravesar sus propios límites en la búsqueda de sonidos que la reflejen.
Entrevista Silvia Demetilla [ Edición impresa]
Radicada en los Estados Unidos desde hace algunos años, Sofía cuenta que el proceso de descubrir su propia voz le llevó mucho tiempo: “Descubrir mi propia voz fue un proceso de muchos años. Y todavía lo es. Todos los días la respuesta cambia. Creo que no es sólo una, sino muchas. Y todas ellas reflejan una personalidad compleja, con gustos dispares y pasiones múltiples. Cuando comencé quería cantar Carmen, ser una diva de ópera, pero sin los malos hábitos. Pero al mismo tiempo empecé a interesarme por la improvisación vocal y el jazz. Transité ese camino muchos años y cuando me mudé a los Estados Unidos me reconecté con la música del sur, con el folklore de mi país y de los países vecinos. Vocalmente fue difícil cada transición. Pero en cada una de esas estaciones, distintas cosas fueron quedando. Y mi objetivo fue siempre disponer de todos los recursos para no tener que elegir. Siento que finalmente encontré mi propio estilo, dando cuenta de un instrumento versátil, que puede ir en varias direcciones al mismo tiempo, y que habla más de un idioma musical”.
Sus canciones son historias que recorren diferentes matices y paisajes. “Las experiencias que me inspiran siempre son únicas y diferentes, pero en general tienen que ver con personajes, gente, historias con las que uno tiene contacto y que dejan una huella. Todo aquello donde identifico un espíritu genuino y lo que genera una urgencia por contar la historia. En De Tierra y Oro (2012), eso fue definido como aventuras filosóficas, dudas sobre la existencia de un ser superior, críticas hacia la indiferencia política, viajes, amores, otras músicas, otra gente”, relata la artista.
Sofía además siempre estuvo fascinada con las posibilidades infinitas de la voz como instrumento, según sus propias palabras: “A mis alumnos les enseño a entrenar su voz para que sea el instrumento de su imaginación”.
Una invitación para celebrar el día de la independencia de México fue la ocasión ideal para interpretar “La llorona”. Sofía disfrutó tanto de la experiencia que decidió incorporar el tema a su repertorio dedicándoselo a Chavela Vargas y Lila Downs. Su habitual creatividad la llevó por otros caminos, e hizo una versión con ritmo de landó peruano. “Desde el sur, pensé entonces en un landó: misterioso, sensual, ambiguo, profundo, enigmático. Lo probamos y encajó perfectamente con el espíritu de la canción”, cuenta entusiasmada.
De su paso por el Conservatorio Nacional de Música López Buchardo, donde inició sus estudios, no tiene muy buenos recuerdos. “No fue una buena experiencia para mí. Recuerdo tener mucho miedo a expresar mis gustos musicales. Era un mundo muy limitado estilísticamente, y recuerdo llevar una doble vida: durante el día y la semana practicaba muchísimo los ejercicios y las técnicas clásicas que me daban. Y los fines de semana, tocaba jazz en clubes, usando una voz completamente distinta a la que entrenaba para mis clases. Era un poco esquizofrénico todo. De cualquier manera, llevo un buen recuerdo de mi maestra de canto. Y en la rigidez de los métodos aprendí a ser disciplinada en mi práctica. Como dice el refrán, no hay mal que por bien no venga”.
Luego llegaría una maestría en Boston y finalmente New York. Pero entonces ¿es New York un epicentro creativo para los músicos latinoamericanos?
Definitivamente. La idea de Latinoamérica como una cultura homogénea en la realidad no existente. Cada país tiene una diversidad de estilos, de subculturas. La fragmentación es enorme. Sin embargo, en New York se vive esta idea de Latinoamérica. Al haber tanta gente de cada uno de estos países concentrada en un territorio pequeño, hay muchísimo intercambio, mucha actividad musical compartida. Se vive el fenómeno Latinoamericano, tal vez más que en ningún otro país de Latinoamérica.
¿Cuál es la conexión con su país de origen en la actualidad?
De Argentina me llevé el mate. Y bueno, también cosas de argentinos como la nostalgia, y el espíritu critico. Eso es muy nuestro y lo llevaré siempre conmigo. La conexión sigue siendo muy fuerte. Toda mi familia esta allá. Y también grandes amigos de toda la vida. Cada regreso a Buenos Aires es increíble, es una fiesta ambivalente. Una gran felicidad y un tango al mismo tiempo. Un reencuentro muy especial.
Entre sus planes futuros Sofía Rei ansía poder llevar a toda su banda, un sexteto, de gira por Sudamérica. “Y generar proyectos que conecten con cuestiones extra-musicales, más sociales. Poder ayudar a la gente que no ha tenido las oportunidades y suerte que yo tuve”, finaliza.