Cómo es el mundo de una chica nacida en República Checa que creció en los Estados Unidos y que canta en español.
Entrevista Silvia Demetilla [ Edición impresa]
Nadie podrá decir que Marta Topferova canta en español como si no lo sintiera. Al contrario, ella se apropia del idioma y lo hace suyo en cada palabra que sale de su boca. Desde música folklórica y clásica, melodías de tierras que tal vez no haya visto con sus propios ojos pero que suenan como si hubieran nacido para ser cantadas por su voz.
“Mi vida ha sido una mezcla de idiomas y culturas, y ha sido difícil sentir que pertenezco a algún lugar. Pero las tres culturas que forman parte de mi vida, la checa, hispana y americana, me han enriquecido mucho. Me siento afortunada de haberme acercado a ellas y así haber ganado profundas experiencias y perspectivas sobre la vida y el arte”, cuenta Marta.
Marta se inició en la música a temprana edad, ya a los ocho años cantaba canciones folklóricas en checo, eslovaco y música clásica en un coro en Praga. Durante su adolescencia, su familia emigró a los Estados Unidos, y sin embargo, a la hora de elegir un idioma para cantar sus primeras canciones optó por el español. “Al llegar a los Estados Unidos desde Checoslovaquia, que en aquella época era un país comunista, pasé por un gran choque cultural y me vi identificada principalmente con los otros inmigrantes. Sentí una afinidad especial por mis amigos hispanos, la música y la cultura latinoamericana y española. Empecé entonces a aprender canciones en español sin pensar mucho en que luego sería algo tan serio para mí”. Así nació La marea (2005), uno de sus mejores trabajos.
Durante muchos años, prefirió cantar casi exclusivamente en español, pero en los últimos tiempos también incorporó el inglés y el checo a su repertorio de canciones.
¿Qué clase de refugio encontró Marta en la música latinoamericana y que tal vez el idioma y los ritmos sajones no podían darle? “Siento una gran afinidad dentro de mi corazón, desde el folklore hasta la manera de vivir de mis amigos latinoamericanos, checos y europeos. Aunque sean culturas diferentes, compartimos muchas cosas: el valor de la familia, la amistad, sufrimos la opresión política”, confiesa la cantante.
El desarraigo es moneda corriente en la vida de todo inmigrante, y Marta no fue ajena a esas sensaciones. “Fue fuerte perder mi cultura, alejarme de mi padre, de mis abuelos y tener que empezar de cero en los Estados Unidos. He vivido muchos años en New York y siento la necesidad de expresar cómo es vivir dentro de esa sociedad, ese ruido, la vida intensa en una ciudad de tantos contrastes. He aprendido mucho viviendo allí, pero, al mismo tiempo, uno se puede perder un poco en el remolino y la locura de esa inmensa ciudad. New York puede darte la sensación de que es el centro del mundo. Pero últimamente veo que sólo es un centro. La verdad es que ningún lugar lo es. Cada país, cada pueblo, cada individuo, hasta cada planta o animal tiene igual importancia”.
World music: Pertenecer o No Pertenecer
Por regla general toda la música que no sea en inglés se cataloga como world music. “Pues la verdad es que el término world music lo veo como una descripción práctica para nombrar las músicas del mundo, una pobre indicación para referirse a la música internacional. Un poco de escepticismo es natural y saludable, pero es una desgracia que los presentadores de world music por el mundo quieran lo más típico, que a veces puede ser hasta algo casi turístico”, concluye la artista.