La escritora y guionista argentina Claudia Piñeiro lleva un día agitado en Londres. Por la mañana una entrevista con la radio BBC —a la que fue con dos escritores colombianos, Juan Gabriel Vásquez y Oscar Guadiola-Rivera—, y por la tarde la presentación de su novela Betty Bú en inglés (traducido por Miranda France) en Daunt Books. Entre una cosa y otra hemos apurado los minutos para hablar con esta novelista actual y encantadora entre su hotel y la presentación de la novela traducida. Ganadora del Premio de Novela Clarín 2005 por Las viudas de los jueves, la prolífica autora no siempre se dedicó a la literatura. Hoy es una de las escritoras de género policial y suspenso de mayor renombre de Argentina, con varias de sus obras adaptadas para la pantalla grande.

Entrevista: Concep Díaz Perez

—La traducción del título es “Betty Boo”, ¿por qué no “Betty Boop”?
Claudia Piñeiro —En Argentina se llama así, Betty Bú. Nosotros, cuando tenemos un sobrenombre lo escribimos como suena, y Betty Boop es Betty Bú con ú. Confío en la traductora, pero desconozco los motivos.

Betty Bú nace hace unos años y ahora se hace la traducción del libro. ¿Cómo vive la novela esta reaparición?
C.P. —Pasa mucho con las traducciones, en distintos países los editores eligen un orden que no siempre es igual al que aparecieron lo libros, igual acá (refiriéndose a Londres) vengo a presentar Betty Bú y en otro país estoy presentando otra novela. Creo que la novela está totalmente viva, está instalada en Argentina en el año 2010, pero todo lo que pasa en la novela podría pasar ahora. 

— Antes de empezar una novela hay algo que te llama la atención, lo llamas la imagen disparadora. ¿Cuál fue la imagen disparadora de Betty Bú?
C.P. — En el caso de Betty Bú hay una imagen disparadora que es ella a la mañana, recién despierta, esperando a que lleguen los diarios para desplegarlos sobre la cocina y sacar su propia conclusión. Está poniendo el agua en el fuego para prepararse el café de la mañana. En Buenos Aires suben a tu edificio a llevarte el diario, lo tiran y vos sentís el ruido del diario que golpeó contra la puerta. Ella está esperando ese ruido para poder ir a buscar los diarios, esa fue la imagen disparadora.

— ¿Has tenido alguna vez alguna imagen disparadora que no venga de la realidad? Que venga de los sueños, ¿por ejemplo?
C.P. — Creo que las imágenes disparadoras no necesariamente vienen de la realidad y sí tienen mucho que ver con la materia de los sueños en el sentido de que a vos se te instala una imagen en la cabeza y no sabés muy bien de dónde viene. Yo prefiero no indagar demasiado, porque si empezás a hilar más pierde la potencia que tiene como imagen. 

— El libro refleja la realidad de los Country Clubs de Argentina. En Europa no tenemos algo similar, ¿cómo lo entienden tus lectores europeos?
C.P. — En Las Viudas de los Jueves hablaba más todavía sobre estas comunidades cerradas, y cuando supe que era finalista del Premio Clarín de Novela, sabía que lo iba a leer Rosa Montero, Belgrado Rawson y Saramago. Así que yo me decía a mí misma… «Bueno, Belgrado Rawson es argentino, pero Saramago y Rosa Montero no. ¿Entenderán de lo que estoy hablando. Porque esto es una comunidad cerrada, muy típico de los Estados Unidos y de Latinoamérica. A las pocas semanas salió una nota de Rosa Montero en el diario El País que se llama Encerrados en el Castillo y habla de cómo se sentía ella en España, dentro de la CEE, cuando en ese momento los inmigrantes querían entrar por Ceuta y Melilla, se subían a una verja que en lugares es muy parecida a las de estas comunidades cerradas para pasar del otro lado. Entonces pensé que si ella lo describía de esta manera, no deja de ser lo mismo en algo micro, o sea, yo entiendo que es diferente, pero como concepto no deja de ser algo similar, en micro y en macro.

— Hacías referencia ahora a Las viudas de los jueves, y decías que es «el ambiente de dentro» y el «ambiente de fuera»… 
C.P. — Sí, la gran diferencia entre Las Viudas de los Jueves y Betty Bú, es que la primera está contada por los que viven adentro, es endogámico, el que vive adentro cuenta la historia o con la voz de la mujer que tiene la inmobiliaria o nuestra voz. En Betty Bú, los que ponen la voz son los que entran, por eso hay tantas sesiones en las que abren la puerta, paran y les piden los documentos. 

—  De hecho empieza con la asistente entrando…
C.P. — … claro, con ella entrando y mostrando las cosas y está revisando y mientras estaba dentro mataron a alguien y nadie se dio cuenta, ¿no? 

— No sé si pretendías tirar una lanza en contra de la desigualdad, pero cuando ella va afuera, la conversación que tiene con el guardia es como muy cortante.
C.P. — A veces hay normas de esos lugares que están en contradicción con las normas generales del país, y la gente cree que las normas generales de ahí valen porque ellos las pusieron. Pero, en realidad, no se pueden hacer determinadas cosas, por más que vivas en un lugar así, hay ciertos tratos que no puedes tener o hay ciertas cosas que no puedes hacer, aunque parecería que como ese grupo de personas puso esas normas para dentro son las normas que hay que respetar.

— Soy catalana y me llamó la atención descubrir que tenías una lista de nombres catalanes a los que recurres de tanto en cuanto…
C.P. — Sí, no todos, (Claudia se ríe), pero en general vas a encontrar muchos personajes con apellidos, sobre tod,o catalanes. Cuando escribía, tendía a poner apellidos españoles y siempre terminaba eligiendo Álvarez, Díez, Pérez. En Argentina hay muchas personas con esos apellidos, y no tenía la suficiente fuerza. Me costaba poner apellidos de otros países —un apellido inglés, alemán, o hebreo—, porque después tenía que hacerme cargo de la historia familiar y me resultaba muy difícil pensar esa familia si era de otro origen diferente a la mía. Yo quería que fuera español, pero que no se notara tanto, y el apellido catalán es algo raro porque en la Argentina, nadie sabe de dónde son, excepto si son de allí. Después hay otra cosa y es que yo tengo mucho cariño a los catalanes. De chicos íbamos con mis padres a un club de catalanes, fuimos toda nuestra infancia y adolescencia, con lo cual los nombres y apellidos catalanes son muy comunes, como de mi infancia.

— Y Nurit Escart, ¿de dónde sale?
C.P. — Nurit porque no le quería poner Núria. Era demasiado catalán, tenía una conocida que se llamaba Nurit, y pensé, voy a llamarla Nurit. Utilicé ese nombre porque me gustaba, me parecía que tenía mucha personalidad, y un día la encuentro, y le digo, «¿sabes que le puse a un personaje tu nombre?» a lo que me responde «bueno vos sabés que en realidad mi nombre no existe porque yo no me llamo Nurit, pero en mi família me querían poner Nurit como está en la Biblia, y no nos dejaban, entonces me dicen Nurit, pero ella no está registrada con ese nombre».  (ríe)…

—Entonces salió así, de casualidad…
C.P. — Sí, pero es cierto que tengo una lista de nombres catalanes. En la última novela la protagonista se llama Pujol, y ahí tenía un problema. Llamé a un editor amigo que es catalán y le digo, ¿pero puedo poner? porque yo veo que en el diario sale muy seguido un señor que se apellida Pujol y no sea cosa que…

—Jordi Pujol
Claudia vuelve a reírse.  C.P. —¡claro!, que se asocie mal, a lo que me dijo «no te preocupes porque hay tantos Pujol en Catalunya, que es uno más«.

— Tres de tus libros se han pasado a cine, y uno está en vistas. Cuando se llevó al cine Betty Bú, ya que tú escribes guiones ¿lo supervisaste?
— Tres de mis novelas se han llevado al cine. En los tres casos, Betty Bú, Las Viudas de los Jueves, y Tuya, los tres directores diferentes se juntaron conmigo, para hablar de cosas que ellos me querían preguntar. Hicieron el primer borrador, me lo mostraron y yo les hice los comentarios que me parecían necesarios, pero siempre en un marco de confianza y de cordialidad, no es una imposición. Yo creo que los verdaderos dueños de la película son el director y el guionista y no yo. Yo escribí un texto que dispara ese otro hecho artístico. 

— Ves una película que acabas de leer y lo que esperas es que todo sea exactamente como lo has leído.
C.P. — Claro, en Las Viudas de los Jueves, la película se centró más en la parte de la vida de los personajes. En Betty Bú, se centró más en la parte policial y dejó un poco de lado la parte de la vida de las amigas, por ejemplo.

— Las amigas, en el libro hay una referencia a la navaja de Ockham, con la que me reía sola leyéndola. No sé si es un sentido del humor argentino…
C.P. — Sí, como una ironía, y reírse de uno mismo. A mí me gusta hacer una diferencia que es la que hace Pirandelo con el humor que dice que el humor que vale la pena es lo que llama el humorismo y no el chiste, en el sentido que el chiste es algo que uno dice, el otro se ríe y al rato todos nos olvidamos de lo que estábamos hablando y seguimos con otra cosa, en cambio el humorismo que él rescata es ése en el cual vos te reís y al rato que te reís te preguntás ¿cómo me puedo estar riendo de esta barbaridad?, entonces uno se ríe pero en realidad después de la risa viene la reflexión. Con el humor, es más fácil entrar en determinados temas. Cuando mi hijo más grande se fue a Nueva York en un viaje se llevó Betty Bú para leer.

— ¿Y qué le pareció?
C.P. —Cuando volvió el lindo me dijo, mamá, yo no sabía que vos tenías buen humor, ¿cuándo fue eso? 

— A tí se te relaciona mucho con la novela policíaca, se te compara con Alfred Hitchcock o Patricia Highsmith, ¿con qué género te encuentras más cómoda?
C.P. —Me interesa mucho manejar el suspenso. Hay novelas con suspenso que no son necesariamente novelas policíacas. Mi última novela, Una suerte pequeña, tiene mucho suspenso, pero no es una novela policial. Me tengo que estar cuidando de que mi novela no vaya al lado policial, si es que no quiero, porque es una zona de confort, la estructura de la novela policial es una estructura casi épica de búsqueda de la verdad, entonces sabés hacia dónde vas. 

—Jaime Brena y Nurit Escart… ¿Habrá segunda, habrá tercera?, ¿habrá una saga? Pasará algo, ¿no?
C.P. — En la novela que estoy escribiendo ahora no está Betty Bú, pero yo iba a escribir una novela sobre ella. La había empezado a escribir, eso fue en diciembre del 2015. En enero matan a Nisman, que era un fiscal en Argentina y la historia de él tenía bastante que ver con lo que estaba escribiendo, no era igual, pero había puntos en común, a lo que me sentí muy auto-censurada en el sentido de que no puedo escribir algo así…

—No es la primera vez que te pasa algo parecido con los libros ¿verdad?
C.P. —Sí. Pero ¿sabes qué ocurría? que además, lo que me pasaba con ese caso real era más interesante de lo que a mí se me ocurría porque todos los días se aparecía algo más tremendo, más raro, en fin… entonces pensé mejor ésta la dejo. Pero sí, tengo la sensación que Jaime Brena y Betty Bú podrían reaparecer, son un equipo que me gusta. 

—Además de Buenos Aires, y con tantos viajes, ¿algún otro escenario te resulta interesante para tus novelas?
C.P. —En Una Suerte Pequeña, ella vive en Boston, va a la Argentina, y la novela termina en Boston. Cada vez me pasa más, por ejemplo, estoy en Londres y veo un montón de cosas y digo ¡ay!, ¡cómo me gustaría que esto fuera parte de una novela! Lo que pasa es que, a veces, la historia que estás contando no tiene nada que ver con eso y no viene a cuento, pero incluso esa segunda novela que estabas pensando para Betty Bú, hay una parte en Barcelona.

—¿Barcelona?
C.P. —Sí, pero, no sé todavía si haré esa parte, si retomaré esa historia por ahora es como un brainstorming de imágenes. Al viajar todo el tiempo tenés imágenes, imágenes, imágenes y todo te parece que puede ser algo.