Vorágine de emociones, unas ganas insoportables de subirme a un avión a desgañitarme la garganta cantando con mi gente. Así se vivió la final del Mundial 2022 en Londres.

¿Cómo escribo sobre esto?

Pensaba en calmarme y ordenar mis sentimientos antes de intentar ponerlos en palabras pero, las horas pasan y de calmarme, poco.

Escribe desde Londres: María Laura Rubina

Imagen: Portadas de Metro y The Daily Telegraph



Decir que fue un partido épico es pecar de redundante. La última vez que “sufrí” una final así, yo era bastante más joven. Los 35 años de Messi están claramente más aptos para la faena que los 48 míos… Casi me muero. Pero, si podemos ganar, ganemos así, con poesía, con pasión, bien argentino el triunfo. Jugamos contra los campeones, unos franceses que a la postre nos dieron guerra; un giro al relato de esta historia tan dramática.

Extra tiempo, dos goles más, uno para cada uno, y los penales. Dios mío de la virgen santa, los penales. Emiliano es el Pulpo Manotas, todas las pelotas se le pegan a los guantes. No es clínico y ordenado como un alemán, no se concentra como los otros, él ataja como el más bravucón del potrero, pura picardía y, para mí, eso es el fútbol… que VAR ni VAR, ni nada. Tarjeta amarilla a ojo nomás le dieron, como cuando al fútbol se jugaba sin auto-tune. Después Montiel, bueno, el equipo nos hizo la torta más rica, mejor decorada del mundo y Montiel le puso la última frutilla: ¡la copa es nuestra!

Messi, lo diste todo y más. En mi ignota visión del deporte, siempre opiné que no me gustan los partidos donde corren como locos en los laterales. A mí me gusta el “baile”, el toque, el caño, la habilidad en vez de la fuerza, la inteligencia por sobre la velocidad. Las metáforas dicen que Diego era el Dios de eso, entonces Messi se sienta a la diestra de él. Enorme, inolvidable, se merecía este triunfo más que nadie.

Vorágine de emociones, unas ganas insoportables de subirme a un avión a desgañitarme la garganta cantando con mi gente. Quiero saltar, mojarme en el sudor de los otros. Quiero compartir y… eso, no hay nada más argentino que compartir ¿no?

Festejaré aquí, tratando de contagiarles esto que siento a mis hijos. A los que están allá, a mis compatriotas, a mis amigos les pido que cuando llegue la selección a Buenos Aires, cuando estén cantando muertos de calor en Plaza de Mayo, por favor, canten una en mi nombre.

Argentina campeón del mundo. ¡Viva la patria, carajo!

María Laura Rubina


Te puede interesar

Taller de escritura autobiográfica con Cecilia Szperling

Queremos conocerte. Si te interesa colaborar con artículos e ilustraciones en La Tundra nos puedes contactar 

Visita nuestra tienda online de LIBROS y REVISTAS en español