Con gran frecuencia, se escucha en lo cotidiano en las prácticas clínicas expresiones de una subjetividad contemporánea, moldeada por el consumo de medicaciones de varios tipos: ansiolíticos, antidepresivos, narcóticos, ritalina para concentrarse y para calmar niños “hiperactivos”, etc.

Escribe: Lic. Isabel Mazarina
Ilustración: Herenia González

Es indudable que estamos frente a un cambio, expresado por el inquietante aumento de medicación, muchas veces autoprescripta. ¿Con qué sujetos nos enfrentamos? ¿Cómo es que la personas entienden su propio sufrimiento?

En primer lugar,”como algo que no deberia estar allí”. Recuerdo la consulta de una paciente sobre la posibilidad de medicar a su hija adolescente, que frente al viaje de final de estudios de su parejita se encontraba “muy deprimida”. La categoria psicopatológica de depresión se impone, englobando fenómenos de la vida, tales como la tristeza, el duelo por una pérdida y proponiendo un remedio que pueda eliminar el malestar, sin siquiera interrogarlo.

En segundo plano, como recurso al consumo de un objeto que calme: ”doctor deme algo para….” reflejo del apego a la materialidad del objeto para eliminar la incomodidad de lo que falta. De ahí a la adicción, hay apenas un paso. Y lo inquietante, es que ese recurso se desdobla en todo tipo de consumo. Datos de las guardias psiquiátricas en los hospitales de Occidente nos dicen que la mayor parte de los incidentes de intoxicaciones no son con drogas ilícitas. Peligrosos cócteles de alcohol y bebidas energizantes llevan al coma a multitud de adolescentes en las “baladas”, que generalmente comienzan en pre-fiestas particulares donde se entonan para llegar en sintonía con el ritmo frenético de la noche.

Para la psiquiatra Silvia Wikinski, investigadora del Conicet, hay muy poca tolerancia a la ansiedad, en general, y muy poco tiempo para la consulta médica, “porque las condiciones de trabajo de los colegas exigen resolver síntomas sin detenerse a hablar demasiado con el paciente sobre lo que le está pasando. Se busca una solución rápida y eficaz, porque atenúa rápidamente el síntoma de angustia”. En suma, se tiende a explicar poco, a sobremedicar y a actuar de manera rápida.

Pero no todo corre por cuenta de los médicos. También los pacientes quieren soluciones al problema “ya”. Muchas veces, se trata de “pacientes-impacientes”, que se han informado con anterioridad -a través de los medios y/o Internet- sobre el mal que les aqueja y acuden a la consulta con un autodiagnóstico. El médico se transforma así en un recetador. Y si no les da lo que piden, recurren a otro profesional que sí lo haga. .

¿Signo de los tiempos? Ciertamente. Continuaremos nuestras reflexiones, pensando cual será en este panorama, el lugar que le queda a la palabra.