El Parque Nacional y Natural de Doñana pertenece a tres provincias españolas de la comunidad autónoma de Andalucía (Huelva, Sevilla y Cádiz) y es visitado por una multitud de biólogos, zoólogos, científicos, naturalistas, fotógrafos y ornitólogos de todo el planeta. Además de verse atraídos por su espectacular belleza y compleja biomasa, Doñana es la mayor reserva ecológica de Europa, nombrada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1994. 

Palabras y Fotos: Ana Rivadulla Crespo y Adelaida Monguillot

El Rocío nos abre las puertas a la marisma madre del Parque Nacional de Doñana, espejismo de marismas hijas del Guadalquivir. Esta aldea de casas blancas de estilo colonial es un oasis de palmeras, caballos y aves variopintas. La gran ermita de Nuestra Señora del Rocío se presenta majestuosa ante las familias de cigüeñas, golondrinas, gorriones, aviones y todo tipo de especies orníticas que llegan para ser bendecidas por la Virgen, anticipándose a la llegada de los peregrinos de la Romería del Rocío y la Saca de Yeguas marismeñas que, como cada año desde hace más de quinientos años, tendrá lugar el 26 de junio. 

Más allá de su Parque Nacional y Parque Natural —que en conjunto suman cerca de 120.000 hectáreas— Doñana es su gente, su historia, sus tradiciones, su cultura, la relación del hombre y la tierra. Es un lugar de encuentro y reencuentro de especies que han sabido convivir y compartir su diversidad. Allí todo tiene su función y su razón de ser.

Una vez que hemos pisado su suelo arenoso al nivel del mar, nos atrapa un intenso deseo de volver y seguir volviendo, como las aves que año tras año crean sus nidos en los mismos cobijos y con la misma fuerza ciega de la memoria. En Doñana se reúnen familias de aves procedentes de Rusia y de distintos países de Europa y de África. Aquí cantan y conversan mientras emigran sin más pasaporte que el de su instinto natural y la fuerza de sus alas, compartiendo el camino con los peregrinos de las Romerías. Doñana es vivir sin necesidad de reivindicar nada más que la propia existencia y coexistencia, un encuentro entre África y Europa, entre el Mediterráneo y el Atlántico. Cada especie tiene su ciclo y su encuentro con la vida y la muerte.

     Félix Rodríguez de la Fuente, en su documental de cuatro capítulos dedicado a cada estación del año que tan bien definen esta reserva natural, dijo: “En Doñana podemos asistir cada día al milagro de su nacimiento.” Estas cuatro Doñanas comparten la riqueza de tres ecosistemas predominantes (las marismas, los cotos y bosques y las dunas vivas o móviles) contenidos por el ‘ecotono’ o ‘la vera’ (zona de transición entre los tres ecosistemas) donde cada primavera los abejarucos anidan en el suelo de arcilla rojiza tras su largo viaje desde África junto a bandadas de vibrantes golondrinas y milanos negros.

     Las marismas fractales de Doñana son los capilares salobres entre tierra, agua y aire. En el origen de la vida que es la marisma uno se da cuenta de que emigrar no es más que un peregrinaje inconsciente en el que todo ser busca instintivamente un lugar donde poder vivir con más sosiego, mejor alimento y calidad de vida (temperaturas más suaves para facilitar la re-producción y mantener la especie).

     Además de aves, Doñana incluye numerosas especies de plantas vasculares y de helechos, de animales de agua dulce, anfibios, mamíferos y especies en peligro de extinción tanto del mundo vegetal como del mundo animal, como por ejemplo, el águila imperial y el lince ibérico, el cual lleva habitando la tierra desde hace más de un millón y medio de años (actualmente estas especies disponen de programas con planes de manejo para asegurar su reproducción y alimentación).

El eucalipto fue introducido en 1952 para producir celulosa. En el recorrido que hacemos por el parque, María Sánchez Medina, Licenciada en Biología y actualmente guía de naturaleza del parque, señala las raíces de los que han sido arrancados, ya que su alta necesidad hídrica acaba empobreciendo el suelo y alterando el ecosistema. Dichas raíces, semejantes a muelas extirpadas, “se reciclan para crear madrigueras artificiales y así favorecer la población de conejos, alimento fundamental tanto para el lince ibérico como para el águila imperial”, explica María. “Hablar de Doñana es hablar de lo etnográfico, porque esto no es sólo un Parque Nacional, es una co-marca, una comunidad”, continúa. La relación del habitante doñanero con la tierra es tan profunda como la de las aves que la visitan para invernar o para re-posar durante su viaje intercontinental.

     María nos avisa de la importancia de cada estación: aunque estos humedales ahora se nos presentan como un manto verde de castañuelas y bayuncos en el que se bañan los flamencos con las cigüeñas, los ciervos, las garzas reales, las yeguas y sus potrillos recién nacidos, ese chapoteo se evaporará tras la Saca de Yeguas y la bendición de la Virgen del Rocío. “En verano esto es todo marrón, cuarteado en grietas” —comenta María. “Pero si la marisma no se secase, el agua se estancaría. Siempre les digo a los niños que el verano cura a la marisma.”

     Más allá de las marismas están los bosques y los cotos, con su monte negro y monte blanco. Los alcornoques (o ‘La Pajarera’) cada año dan cobijo a las cigüeñas, garcillas, garzas, espátulas, y además proveen de corcho a los doñaneros. Los sabinares, los madroños, los pinos piñoneros con sus ‘autopodas’ crean zonas de matorral idílicas donde conviven todo tipo de animales. “Me fascinan los procesos que hacen que funcionemos”, dice María, y mientras nos muestra desde el interior de su 4×4 la ‘trueca’ (huecos de los alcornoques donde los linces van a parir) comenta sonriente: “A la lince hembra le decimos lincesa, como para darle su lugar en el bosque.”

*Ana Rivadulla Crespo (España). Vive y trabaja en Londres como Psiquiatra de Niños y Adolescentes y como Psicoterapeuta Psicodinámica.
Adelaida Monguillot (Argentina). Vive en Londres y es guitarrista del trío @3argentinas