António Zambujo tiene el poder de cautivar a públicos de todos los idiomas con la tranquila presencia y sencillez heredada de su tierra natal, Portugal. Antes de su presentación en el Festival La Línea de Londres, La Tundra Revista tuvo el placer de conversar telefónicamente con el cantante, compositor y reconocido embajador tanto del fado como del cante alentejano, géneros musicales que ya forman parte del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

Entrevista: Ana Rivadulla Crespo y Adelaida Monguillot

Hablar con António Zambujo evoca el pacto de paz entre abuelos y nietos, en el que el respeto por el pasado y la libertad de la incertidumbre conviven armoniosamente.

Nacido en 1975 en Beja, sur de Portugal, su voz y sus pausas permiten navegar por mares de amplios horizontes y, tal vez por ese motivo, su canto llega más allá del mundo lusófono.

El 21 de abril presentará, en el marco del Festival La Línea su último disco Até Pensei que Fosse Minha (2016), homenaje al gran maestro y prolífico compositor, escritor y cantante brasileño, Chico Buarque. El concierto tendrá lugar en el prestigioso Cadogan Hall del barrio de Chelsea en Londres y formará parte de un tour que concluirá el 8 de julio en Tokyo.

—¡Qué maravilla que hables tan bien el castellano! ¿Cómo lo aprendiste? ¿Cuántos idiomas hablas?

—Viví muy cerca de La Raya [frontera entre Portugal y España] y estaba a la misma distancia de Sevilla que de Lisboa. Con mi familia y mis amigos íbamos muchísimo a España en mi juventud y es por ese contacto más directo con la gente que empecé a hablar el español. También porque me gustan las lenguas extranjeras, hablarlas, estudiarlas, intentar entenderlas. Hablo francés, inglés, un poquito de italiano también y hay otras lenguas que entiendo un poco pero no las hablo… ahora mismo empezamos a tocar más en Alemania, por eso, dentro de unos meses o un año, ¡ya te hablaré en alemán!

¿Has cantado en todos los idiomas?

—Sólo canté una vez en español, la Zamba del Olvido de Jorge Drexler y La Chanson de Prévert de Serge Gainsbourg en francés. Lo demás, en portugués siempre.


Foto: Tiago-Cação

¿Podrías darnos un recorrido por tu discografía relacionando cómo cada álbum ha influenciado o manifestado tu desarrollo como músico y como persona?

—Los discos repiten el momento. Cada disco refleja un poco lo que me pasaba en aquella época. El primero fue en 2002 [O Mesmo Fado] y es un disco de fados tradicionales. Acababa de llegar a Lisboa y buscaba el ambiente de las casas de Fado, de los poetas populares, y el disco es un reflejo de toda esa nueva vida de Lisboa, aunque también tenga un poquito de la tradición de mi región, una región que se llama Alentejo y que tiene una tradición cultural muy grande de cante polifónico. Esa fue mi primera memoria musical y fue por eso que decidí empezar a cantar y aprender música.

El segundo disco que fue en 2004 [Por Meu Cante] ya tiene un poquito de influencia de jazz y de la música brasileña.

A partir del 2004 empezamos a hacer algunas giras internacionales, algunos festivales importantes y a escuchar a otros grupos, lo cual hizo que tuviéramos nuevas ideas y nuevas influencias. En 2007 grabé Otro Sentido [Outro Sentido] que es un disco muy importante para mí porque da, como el nombre lo indica, otro sentido a la música que venía haciendo, añade un poco más de otros ritmos, empezando con África, un poquito más de Brasil también, siempre manteniéndome en los países donde se habla el portugués.

En el 2010 llega Guía que es un trabajo más personal, aunque no sólo tiene composiciones mías sino también colaboraciones. Con Quinto (2012) y Rua Da Emenda (2014) cambió mi vida. Aquí en Portugal fue Disco de Platino y empezamos a hacer muchísimos conciertos. Gracias a esos discos desde el 2012 hacemos más de cien conciertos al año. Creo que lo más importante para la formación de un músico es el escuchar. Con las giras y con la presencia en muchos festivales tienes la oportunidad de escuchar cosas diferentes que no conocías, y eso te da muchísimas ideas. Con todas esas influencias, desde el Fado y la música tradicional, al jazz, a la música brasileña y africana, que son las cinco más importantes para mí, añadimos siempre un poquito más, algo diferente. Esta es la base de nuestra música.


António Zambujo y Chico Buarque


Con respecto a este último álbum, ¿cómo se te ocurrió? ¿Fue difícil seleccionar tantísimas canciones de Chico Buarque?

—Con tantos años de discografía como tiene Chico no fue fácil elegir dieciséis canciones, porque son todas muy buenas. Decidí hacer el disco porque para mí Chico es el mejor autor de música cantada en portugués. Fue eso, sobre todo, un homenaje.

¿Lo conocías personalmente?

—Lo conocí en el momento en que decidimos hacer el disco.

Y él ¿cómo lo recibió?

—Se alegró muchísimo. Fue muy importante su participación, no sólo cantando pero también en la producción del disco, siempre muy presente, interviniendo y haciendo sugerencias, cambiando algunas cosas en los poemas también, rectificando. Para mí fue muy importante estar cerca de él, para hacerlo bien.

El equipo de músicos que te acompaña en este tour, ¿cómo se formó? ¿Cuánto tiempo lleváis tocando juntos? Se os ve muy compenetrados.

—Los invité para participar hace muchísimo tiempo ya, unos diez o doce años, y ellos aceptaron ¡y estamos muy felices juntos! Es bueno porque en las grabaciones, en los conciertos, acaba por haber una complicidad muy grande entre nosotros y hace que el concierto se torne más entero. La música que nosotros hacemos es una música que vive de la improvisación, del momento, y el hecho de estar juntos desde hace tanto tiempo nos ayuda a hacer la música así, como nos gusta a nosotros.

En el último disco también hay cantantes femeninas…

—Sí, Carminho que es una cantante portuguesa increíble y Roberta Sa que es una cantante brasileña con quien hacemos algunas cosas juntos desde la primera vez que canté en Brasil en 2009. La invité porque me gusta mucho su voz, como la voz de Carminho. Chico Buarque también canta en el disco [«Joana Francesa»] y para mí fue una alegría muy grande poder cantar con él.

¿Qué representa tocar en vivo para ti?

—Es una experiencia fantástica estar en un teatro y mostrarle a la gente lo que puedes hacer y sentir el reconocimiento del público. Eso es lo mejor.

¿Y cómo haces para mantener la energía tan positiva y tranquila con tantos viajes y conciertos?

—Bueno, si yo pudiera, cantaría siempre en el mismo sitio y la gente tendría que viajar para escucharme (se ríe). Por ejemplo, acabo de llegar de las Azores, unas islas portuguesas increíbles que están a dos horas de avión desde Lisboa, pero me fatigan los viajes. Sin embargo, cuando subes a un escenario todo eso pasa. No es fácil tener la oportunidad de hacer lo que más quieres, lo que siempre has soñado hacer en la vida y tener a gente que te quiera escuchar, que le guste lo que tú haces. Para mí eso muy gratificante y siento muchísima gratitud. En el escenario cambia todo, soy una nueva persona, ya no hay viajes, no hay aviones, no hay nada: sólo música.

¿Tienes algún proyecto, otro álbum en mente?

—Soy muy tranquilo, no me gusta la velocidad con la que el mundo gira hoy en día. Hay un poeta portugués que decía que «prefería ver menos pero ver mejor», y yo soy un poquito así. No me gusta estar siempre buscando. Creo que las cosas tienen su tiempo para madurarse. Siempre hay ideas que te surgen porque el proceso de creatividad, de composición, de hacer música, es constante, pero lo llevo con mucha tranquilidad. Seguro que saldrá un nuevo disco pero aún no sé cuándo, quizás el próximo año. Ahora mismo: cantar y disfrutar.

Ante la velocidad de la sociedad actual escuchar tu música se siente como una terapia (António Zambujo se ríe). ¿Qué piensas del mundo actual? ¿Qué te preocupa, qué te da esperanza?

—Todo me preocupa y todo me da esperanza. Hay cosas buenas, hay cosas malas. Creo que las preocupaciones de las personas son un poquito al revés de lo que deberían ser. Para cambiar el mundo tenemos que empezar por cambiar nosotros y lo que está a nuestro alrededor. La gente se preocupa muchísimo con lo que sale en la prensa, con lo que sale en la tele, y no le da suficiente atención a lo que pasa en sus vidas. Creo que eso sería un buen comienzo para cambiar el mundo: si se intentara mejorar un poquito alrededor, si todos pensaran así, ya el mundo cambiaría, ya todo sería mejor.

¿Puedes contarnos algo de tus raíces, de tus influencias familiares?

—Mi abuela fue muy importante para mí, no sólo por la música, porque me enseñaba canciones, sino también por los valores… los valores familiares, valorar lo que tenemos, valorar la gente que está a nuestro alrededor. Son enseñanzas que te llevas y transportas toda tu vida y las pasas también a tus hijos y a quienes están contigo.

¿Qué emociones crees que predominan en tus canciones?

—Bueno, sobre todo, el amor. El amor por todo: por la música, por el arte en general, por la gente. También el disfrutar al máximo, disfrutar las palabras, disfrutar la música, disfrutar de todo. Para pasar un mensaje tienes que disfrutarlo.

Aunque el idioma algunos no lo entendamos, la música nos cautiva…

—Ah sí, sí, sí. Esa es la explicación que doy cuando la gente me pregunta, ‘Tú cantas en Japón, en Alemania, en Francia, ¿qué crees que la gente siente?», y yo creo que es eso: la música es un lenguaje universal, todos lo entienden. A través de la música puedes transmitir muchísimas emociones.

¿Qué canciones disfrutas más al cantar?

—Ahora mismo estoy buscando un poquito de la música tradicional de otras regiones de Portugal, como por ejemplo, y como te dije antes, acabo de llegar de Azores, islas que tienen una música tradicional riquísima, que me encanta. Y lo que más me gusta es que la música tradicional es una música hecha por gente que no sabe nada de música, muchos ni siquiera saben escribir, son las emociones en el estado más puro. Eso a mí me gusta mucho y siempre estoy buscándolo.

¿Con quiénes te gustaría colaborar?

—Con muchísima gente. Compartir los conocimientos es muy importante: siempre todos salen ganando.

Para terminar, ¿podrías decirnos algo que pueda servirles a los jóvenes de hoy?

—Afortunadamente, a mis conciertos van muchos jóvenes que siguen la música que nosotros hacemos. En todas las generaciones hay gente con mayor o menor interés, hay gente que hace cosas buenas y otras que no lo son tanto. Creo que lo más importante es que la gente lea muchos libros y si pueden viajar, que viajen mucho. Yo aconsejo siempre tener experiencias con culturas diferentes para añadir algo a su identidad, a su personalidad. Dinamismo. Creo que es importante que la gente sea dinámica, pero un dinamismo contemplativo. Que sean dinámicos pero que quieran conocer la Historia. Explorar y disfrutar.

Entrevista
Ana Rivadulla Crespo (España). Vive y trabaja en Londres como Psiquiatra de Niños y Adolescentes y como Psicoterapeuta Psicodinámica.
Adelaida Monguillot (Argentina). Vive en Londres y es guitarrista del trío @3argentinas